“Te estás poniendo machorra”
Madrid, 24 julio. 18. AmecoPress. El día y la noche, la calle y la casa, el espacio público y el privado, el hombre y la mujer… estos binomios son fracciones que la sociedad ha ido no solo creando, sino estereotipando durante el transcurso de los siglos. A consecuencia de esto, la mujer ha sido relegada a un segundo plano y excluida de la vida pública.
El ámbito deportivo ha sido uno de esos espacios prohibidos para todo lo que se suponía femenino, porque es de vital importancia recordar que como bien decía la gran Simone de Beauvoir, “mujer no se nace, se hace” y por tanto, el género es una construcción social ligada a una cultura hegemónica, capitalista y patriarcal.
El rugby femenino es uno de los deportes que más discriminación ha padecido en este sentido. En primera instancia, porque las mujeres en el mundo deportivo no están aceptadas ni mucho menos reconocidas, y en segunda, porque es un deporte que según los estereotipos sociales está vinculado al género masculino.
Para poder justificar estos argumentos el año pasado llevé a cabo una investigación cualitativa en la cual diseñé dos grupos de discusión, uno mixto (con hombres y mujeres de diferentes ámbitos) y otro heterogéneo (única y exclusivamente con jugadoras de rugby), y además entrevisté a dos mujeres vinculadas a este mundo: por un lado, Aitziber Porras, una reconocida jugadora de rugby, y por otro lado, a Dorleta Ugalde, investigadora de género.
Mis hipótesis fueron tres: la primera, que el rugbi femenino no cumplía los roles hegemónicos de feminidad; la segunda, que la presencia de la mujer en el rugbi a día de hoy no estaba bien vista y la tercera, que jugar a rugbi estaba ligado a una acción masculina.
Durante el transcurso de la investigación escuche cosas como: “A lo largo de mi carrera deportiva, con la selección española, sufrimos una discriminación impresionante respecto al equipo masculino. No es que a nosotras nos ignorasen sino que les molestábamos”, “cuando me dirigí al árbitro me dijo “es que esto es rugby, sino lo queréis iros a casa a fregar””, “muchas veces la forma en la que los árbitros se dirigen a nosotras no es seria, nos tratan de forma agradable, está claro que a los chicos no les hablan de esa manera”.
Mediante los grupos de discusión y las entrevistas pude comprobar la afirmación de mis hipótesis. Por un lado, que el rugbi femenino está masculinizado y que los prejuicios que se le achacan no solo se limitan a la zona de juego (a los 80 minutos de partido) sino que estos trascienden e implican a las jugadoras a nivel personal, poniendo incluso en cuestión, su personalidad o su orientación sexual.
Asimismo, queda patente que las mujeres hemos estado fuera de espacio público y que por consiguiente, la mujer se ha visto forzada a situarse fuera del ámbito deportivo, convirtiendo de esa forma el mundo deportivo en un medio androcéntrico. Por esa razón, la presencia de la mujer aún no está normalizada ni valorada.
Por último, se puede afirmar que el rugbi se liga a cuestiones masculinas y que por tanto, dentro de los estigmas sociales lo encontraríamos fuera de los roles hegemónicos de feminidad. De esa manera, la mujer se ve excluida de esta esfera, argumentando que nos encontramos ante un deporte para “hombres”.
“Yo soy mujer porque así me siento y mi feminidad viene conmigo, no porque lleve una serie de vestimenta, me mueva de unas maneras, o tenga unas medidas corporales o lo que sea…” Aitziber Porras
Foto: archivo AmecoPress, cedida por Begoña Ugarriza
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Opinión – Deportes – Deportes y género – Estudios de género; 24 julio. 18. AmecoPress