#Stopdeliriotrans

25 de octubre de 2022.

Por Teresa Mollá Castells

Ontinyent – Valencia | Opinión | Feminismo | Sexualidades



Estamos asistiendo en las últimas semanas a una ofensiva, más violenta si cabe, del patriarcado más rancio, aunque reconvertido en chupiguay y con mucho brilli-brilli. Y lo que es peor, o yo lo vivo peor, de la mano de quienes venían a cambiar la política desde el movimiento 15M


Ontinyent – Valencia, 24 oct. 22. AmecoPress.- Recuerdo con cierta tristeza la ilusión que mi amiga Fran, que en aquel momento vivía en Madrid, me transmitía del movimiento de cambio. Fran, es un poco mayor de edad que yo, pero vivió el 15M con una emoción intensa, como una verdadera oportunidad de renovación con sus círculos de diálogo, con su contacto permanente con los movimientos de la ciudadanía, con la juventud y su preparación, en fin…

En ese sentido, siempre fui bastante más escéptica, puesto que nunca advertí en este movimiento con claridad los dos sesgos que son motores de mi vida: El de la igualdad entre mujeres y hombres y el de la lucha de clases, y eso siempre me mantuvo alerta.

El tiempo, desgraciadamente, me ha dado la razón, sobre todo en el tema de igualdad entre mujeres y hombres. Porque los posmodernos que salieron de aquel movimiento ciudadano, y que hoy se sientan en el consejo de ministros y ministras, se han convertido en rehenes del patriarcado más hostil y sofisticado en manos del gran capital.

Las mujeres, si no lo impide el movimiento feminista radical (quiero insistir en que radical viene de raíz), vamos de nuevo a ser las grandes perdedoras de esta especie de revuelta del “gaycapitalismo”, como lo denominaba Shangai Lily, que son quienes están gobernándo la agenda del Ministerio de Igualdad en manos, sorpresas de la vida, de una de aquellas mujeres salidas del movimiento que entonces iba a cambiarlo todo en política. Y seguramente lo va a cambiar, pero para peor, al menos para las mujeres y las criaturas.

Son la misma gente que quiere regular los vientres de alquiler o la prostitución para mantener, de la mano del capitalismo, las garras del patriarcado más feroz sobre los cuerpos de las mujeres y la infancia y, así, poderlos seguir utilizando para satisfacer sus apetitos, sean estos del tipo que sean. El objetivo final sigue siendo el mismo: la supremacía de los deseos de los hombres convertidos en leyes, aunque sea a pesar del dolor y el sufrimiento de más de la mitad de la población.

Lo revisten de colores pastel, de simbología novedosa, de mucha purpurina y de brilli-brilli, de una neo lengua que pone la diversidad como algo progresista en el centro de todo, pero a poco que rascas te das cuenta de que las mujeres y la infancia les importamos menos que un rábano. Lo único que les importa es que sus apetencias, disimulando de mil maneras su fondo de soberbia y su forma de violencia, sean convertidas en leyes.

La lesbofobia campa a sus anchan entre esta nueva doctrina que pretende que el “género fluido” lo inunde todo, olvidando que es el sexo físico con el que nacemos el origen de privilegios y opresiones. Privilegios de los hombres y opresiones de las mujeres.

El resto, son inventos de una pseudociencia que pretende imponer por vía de urgencia en el Parlamento, sin escuchar a gente experta, una decisión sin ningún tipo de fundamento ni científico ni ético. Es más, usurpando al Parlamento parte de sus funciones por una urgencia inventada y financiada por grandes empresas multinacionales farmacéuticas y clínicas privadas, ocultando que con estas leyes van a conseguir centenares de miles de pacientes cautivos y crónicos de por vida.

El resto es humillar y silenciar a gente que quiere exponer su opinión contraria a estos postulados en todas partes e incluso con agresiones físicas y cancelaciones en redes sociales.

El resto es la imposición de un pensamiento único, dogmático y vigilante con quien no opine como ellas y ellos y acaben siendo víctimas de un sistema como el que George Orwell ya definía en su distópico libro “1984” escrito en el año 1949, recién acabada la Segunda Guerra Mundial.

El resto es linchar a grandes filósofas, políticas, pensadoras y feministas por no compartir este delirio, nos da una idea de lo que se está cociendo y de quienes están detrás.

El resto es oprimir todavía más a más de la mitad de la población que somos las mujeres. Cosa que ni es progresista, ni es de izquierdas, por muy diverso y plural que se quiera disfrazar. Es, directamente, patriarcado capitalista de la mano del posmodernismo chupiguay y con mucho brilli-brilli. Que no nos engañen.

Como feminista me encantaría que se volviera a convocar otra gran huelga feminista para poder parar este delirio. El problema de fondo es ¿Quién la va a convocar si, las grandes organizaciones sindicales, al parecer, están apoyando este delirio? Me produce profunda pena y tristeza, pero siento una fortaleza intacta para seguir combatiendo esta nueva forma de opresión a las mujeres y las niñas y niños. Que nadie se equivoque: Somos muchas y con muchas fuerzas todas y cada una de nosotras.

Foto: Archivo AmecoPress.
— -
Opinión – Feminismo – Sexualidades. 24 oct. 22. AmecoPress

Lo más leído