‘Panza de Burro’, una bella rareza que hay que leer
Madrid, 24 sep. 20. AmecoPress.- Cuando conocí a Andrea Abreu López (Tenerife, 1995), en la oficina de Ameco, hace más de dos años, me hizo gracia su forma de mirar tras los cristales de unas gafas redondas que se me antojaban grandes. Ella era (es) menuda. También me sorprendía que hablaba rápido y suave, una combinación para mí desconocida. Ese día venía a una entrevista para hacer prácticas en AmecoPress durante tres meses. Trabajaba muy bien, era buena periodista, pero, sobre todo, era buena escritora. Y más allá: buena persona. Bajaba las gafas hasta la punta de su nariz y proponía temáticas singulares. Gracias a ella pensé de otro modo en la endometriosis y en la menstruación, por ejemplo. Era vegana y yo no, pero a las dos nos gustaban mucho los potajes de garbanzos con espinacas y las dos nos comprendimos cuando en la redacción, en uno de esos debates “intrascendentes” que a veces se producen, alguien defendió con idealismo efervescente el mundo rural y los pueblos chicos como paraíso de las relaciones humanas: Andrea y yo nos miramos y dijimos “está sobrevalorado”. Las prácticas acabaron, pero nuestra relación se fue tejiendo con algunos whatsapp y ligeros encuentros donde compartimos cosas importantes. Cuando me enteré de que había publicado ‘Panza de burro’ ya sabía que volvía a su tierra y no sería fácil vernos. Supe que tenía que leerla para acercarme un poco más a ella. Ha sido un regalo. Y un honor entrevistarla, sabiendo que, además, la novela está gustando mucho. Se la recomiendo.
Antes que nada, me gustaría preguntarle sobre el origen de Panza de burro.
Panza de burro nace de la fusión de dos ideas de libro. Por un lado, estaba Mejores amigas, un libro que empecé a escribir pocos meses después de que me mudé a Madrid. En ese libro, que era mi primer intento serio de novela, quería narrar la infancia de una chica de veinticuatro años que vivía en Madrid jajaja. Cuadraba mucho más dentro del concepto de autoficción que conocemos. Escribí casi veinte páginas de una sentada. Estaba privada, contenta, con lo que había hecho. Pero fueron pasando las semanas y los meses y no sabía cómo continuar, así que me alejé del libro, más que nada porque la forma, el estilo, no me gustaban. Un tiempo después me regalaron un curso con Sabina Urraca por mi cumpleaños. Era un curso de novela y yo solo había intentado escribir una novela. Durante las clases leía fragmentos de Mejores amigas aunque no me gustaba nada. En ese momento, empecé a escribir un libro de relatos que se titulaba Panza de burro jajaja. Eran historias ambientadas en Canarias. Se trataba de personajes muy solos y perturbados. Gente de zonas rurales de Tenerife. La escritura era muy oral, mucho más viva y rítmica que en Mejores amigas. En los últimos días del taller de escritura, Sabina me dijo que le habían propuesto ser editora por un libro en Barrett. Me dijo que quería sacar mi novela de las amigas. En ese momento me agobié muchísimo porque no estaba nada segura de lo que tenía, pero le dije que sí, porque estaba segura de que nunca se iba a volver a dar que una de mis escritoras preferidas me ofreciera editar una novela mía. Empecé a pensar mucho en cómo podía conseguir estar cómoda con la novela. Entonces se me ocurrió juntar la forma de Panza de burro con el contenido de Mejores amigas. De ahí nació Panza de burro la novela.
No he leído nada parecido a Panza de Burro. Eso, siendo su primera novela, imagino que es un reconocimiento.
Jajajaja me pone muy contenta escuchar eso. Yo intenté hacer algo distinto, indagar en los límites del lenguaje, de mi propio lenguaje, y los límites de la belleza, también. Pero soy consciente de que no hice nada nuevo. El uso de la oralidad es un recurso muy viejo. Víctor Ramírez es uno de los dos autores que me ayudaron a encontrar mi propia forma de entender la oralidad desde la escritura. Rita Indiana es la otra. Sin ella no hubiese podido entender que la historia que yo quería contar se podía contar.
"En esa etapa de la vida, sobre todo las niñas, solemos tener relaciones en las que los límites entre esa misma amistad y el enamoramiento no están muy claros. Es una tendencia que vamos corrigiendo con el tiempo y eso me entristece. A mí me ha pasado un poco, pero igualmente creo que me sigo enamorando de mis amigas jajaja"
A la vez, desde esa mirada particular se abren paso temas universales, uno de ellos la amistad entre dos chicas adolescentes abriéndose al mundo, el despertar de la sexualidad. ¿Qué quería contar? ¿Cómo llega a este eje argumental?
Yo desde hacía bastantes años tenía ganas de contar una historia de amistad entre dos niñas preadolescentes. Creo que muchas de nosotras vivimos las primeras experiencias sexuales junto a nuestras amigas. En esa etapa de la vida, sobre todo las niñas, suelen tener (solemos tener y seguimos teniendo) relaciones en las que los límites entre esa misma amistad y el enamoramiento no están muy claros. Es una tendencia que vamos corrigiendo con el tiempo y eso me entristece. Me entristece que luego dividamos tan fuertemente nuestras relaciones y creemos jerarquías. A mí me ha pasado un poco, pero igualmente creo que me sigo enamorando de mis amigas jajaja.
Creo que Panza de burro se puede leer de muchas maneras. Puede entenderse como la historia de un primer amor. Está la cuestión del coming-of-age. Luego, la vida en el barrio. El barrio como lugar seguro y como fuente de opresiones. La regla, la homofobia, la transfobia, la tradición oral, el turismo, las desigualdades de clase… Son muchos temas cruzados. Pero el hilo conductor, el eje principal de la novela es el descubrimiento sexual a través de la mejor amiga. Ese amor-amistad. Eso fue lo primero que tuve claro. Era un asunto que necesitaba contar. Todos los otros subtemas vinieron luego. Incluido todo lo relativo a la oralidad.
Hay otras protagonistas muy peculiares: las abuelas. ¿Qué significan?
En la novela la figura de las abuelas es primordial. Después de las niñas están las abuelas, para mí. Simbolizan toda la tradición oral, la sabiduría. Pero, al mismo tiempo, son las representantes de ese poder domesticador que el mundo adulto ejerce sobre las niñas. Chela, la abuela de Isora, controla el cuerpo de su nieta a través de los regímenes.
¿Por qué la protagonista carece de nombre?
Tomé esa decisión por dos motivos. El primero es que no quería que se asociara mi persona real con la voz de la narradora. A pesar de que la protagonista tiene mucho de mí, es un personaje de la ficción y quería que eso se entendiera. Por otro lado, pretendía subrayar el deseo continuo de la protagonista de ser como Isora. Creo que en ese momento de la infancia-adolescencia muchas de nosotras no tuvimos otra forma de ser que intentar ser como otra chica. La ausencia de nombre también es una forma de subrayar una ausencia de personalidad.
Hay muchos temas que aparecen en esta novela que no es muy larga. La presión de la estética sobre el cuerpo de las mujeres, por ejemplo. La pornografía y el sexo en las redes sociales. ¿Por qué le interesan estos temas?
Me interesan porque forman parte de mi socialización. El descubrimiento de la internet es un hecho que le cambió la vida a la gente de mi generación. Aprendimos a usar las redes sin ningún tipo de tutela y, de alguna manera, nos modelaron. Todavía no tengo claro de qué forma lo hicieron. En Panza de burro la internet llega como una ventana de apertura al mundo. Una salida no-física del barrio, ya que físicamente es imposible salir de él.
"Inventamos nuevas formas de habitar este mundo a pesar de que nos lo dieron todo destrozado"
La historia está atravesada también por la precariedad. ¿Tiene relación con el contexto personal en el que escribió la novela?
Por supuesto. Escribí la novela mientras estaba trabajando en una tienda de lencería. Me daba muy justito para pagar el alquiler ultrainflado que tenía que pagar en Madrid. Tuve que pedir dinero prestado muchas veces. Era una lucha continua contra la sensación de que estaba perdiendo el tiempo con una ocupación que no me iba a dar dinero. Aún así me siento y soy una privilegiada. Hay mucha gente que no puede ni plantearse escribir un libro. Para mí fue una elección suicida, pero una elección que mi madre, por ejemplo, no tuvo la oportunidad de tomar.
Mujer, joven. Las crisis se ceban con las mujeres y los jóvenes. Formadas, con inquietudes y con ganas de crear…pero con un horizonte muy incierto y precario en lo que hace al empleo y a las posibilidades de desarrollar sus vocaciones profesionales. ¿Cómo logra ser persistente y qué le aporta esa experiencia?
Creo que haber nacido en un contexto de crisis continuas, me ha hecho entender que no puedo esperar a que las cosas me vayan mejor económicamente para intentar escribir. Todo el tiempo he escrito a pesar de las circunstancias. La escritura de Panza de burro coincidió con la muerte de una de las personas que más he querido. Había días en los que no tenía ganas de vivir, porque estaba cansada, porque estaba triste. A pesar de eso escribir me daba un sentido. Era lo que me hacía querer levantarme por la mañana, aunque luego sufra tanto escribiendo.
A mi generación le ha tocado vivir un momento realmente duro. Muchas de nosotras no podemos ni imaginar dedicarnos a lo que hemos estudiado. Toda la vida nos repitieron la cantinela de si estudias, vas a llegar, vas a tener. Luego estudias y terminas y te encuentras delante de un abismo enorme. Mis amigues se deprimen, sufren ansiedad. Yo sufro ansiedad. La salud mental la tenemos hecha polvo. Pero a pesar de eso escribimos y hacemos cosas. Porque muchas de nosotras entendemos que no va a llegar un momento ideal. Nunca hay un momento ideal para hacer las cosas. Inventamos nuevas formas de habitar este mundo a pesar de que nos lo dieron todo destrozado. Tejemos redes. Seguimos.
Si hay algo característico en Panza de Burro es su lenguaje. No sé si hay muchos autores y autoras que hayan escrito de este modo, no es solo hablar canario, es que, para ello, dinamita las reglas de la gramática española, rescata un ritmo, unas expresiones, palabras…. ¿Cómo toma esta decisión de reivindicar su lengua, sobre todo la tradición oral? ¿Qué implica?
Hay un complejo histórico para con el español en Canarias. Todas lo padecemos. Yo misma lo padezco. Ese complejo tiene un origen colonial. Un origen en la idea desfasadísima de que algunas modalidades de la lengua son mejores que otras. Tomé la decisión de utilizar la forma que utilicé porque creí que era la mejor manera de contar la historia que quería contar. Hay una parte de naturalidad en ese uso del habla, pero también hay una decisión política detrás. Yo leo a muchas autoras latinoamericanas y me doy cuenta de que ellas no tienen ningún pudor en acudir a la oralidad para enriquecer sus textos. ¿Por qué leemos a una autora mexicana, como Fernanda Melchor, sin exigirle que adapte su léxico y sus formas y a una autora canaria sí? El español que se habla en Canarias es diferente del que se habla en Madrid, y eso es riqueza. Si lo entendemos de esa manera, ¿por qué no lo usamos en la literatura? Esta idea es muy vieja, pero parece que, de repente, es muy nueva jajaja.
Para quienes vivimos en la Península el retrato de Canarias que hace Panza de Burro no coincide con la imagen que hemos configurado a partir de las imágenes que nos llegan desde ahí. Es también un posicionamiento político.
Puede entenderse como un posicionamiento político y lo es, pero no es tan consciente como puede parecer. Yo solo he vivido la realidad de las personas que construyen el mítico turístico canario de sol y playa en Canarias. No la realidad de quienes lo disfrutan. Esa es la realidad que cuento porque es la realidad que he vivido. Suena simple, pero me gusta ser muy detallista en las historias y eso solo lo logro jalando de la experiencia.
¿Cuáles son sus referentes literarios?
Muchos (sobre todo muchas). Me voy a dedicar a hablar de algunas de las lecturas que me atravesaron poco antes, durante y poco después de la escritura de Panza de burro: Pelea de gallos, de María Fernanda Ampuero; La perra, Pilar Quintana; Víctor Ramírez; Papi, de Rita Indiana; Las primas, de Aurora Venturini; Ariana Harwicz; Temporada de Huracanes, de Fernanda Melchor; Vozdevieja, de Elisa Victoria y, puede que la más importante de todas, Las niñas prodigio, de Sabina Urraca, mi editora.
Panza de burro
Andrea Abreu | Sabina Urraca es EDITORA POR UN LIBRO
Cubierta Alessandra Sanguinetti
Foto: archivo AmecoPress, cedidas por Andrea (@andreaabreulopez) @alexdelatorrefoto
Cultura – Libros. 24 sep. 20. AmecoPress