Las deficiencias de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres se habrían visibilizado y precarizado después de la pandemia

Madrid, 04 jul. 22. – En el ll Foro de Debate: Mujeres frente a la pandemia’: Salud integral y derechos sexuales y reproductivos que se llevó a cabo el pasado 30 de junio, se abordaron temas pertinentes para la realidad actual de muchas mujeres. Con expertas de materia de derecho y salud, se discutieron las diferentes injerencias de la pandemia en los derechos humanos, puntualmente en los derechos sexuales y reproductivos.
Los derechos sexuales y reproductivos son unos de los más vulnerados en el marco de DD.HH. Desde la libertad de concebir o no hasta el derecho el aborto, son reprimidos sistemáticamente. Teniendo en cuenta que estos derechos se basan en el reconocimiento del derecho a decidir libremente, la falta de control sobre el cuerpo tiene un severo impacto en la vida de las mujeres. Con la pandemia, esta problemática se agudizó severamente.
Las restricciones sanitarias acarrearon no solo cohibiciones físicas a nivel sexual, reproductivo y social, sino también unas afectaciones psicológicas. Con la pérdida de la calidad sanitaria, las más afectadas fueron las mujeres. Los seguimientos de los tratamientos prenatales, de parto y de posparto pasaron a ser casi inexistentes, a pesar de ser momentos de enorme sensibilidad y vulnerabilidad para las mujeres.
A este se le suman las alteraciones en el ciclo menstrual. Según los estudios auspiciados por la Universidad de Extremadura, aproximadamente el 44% de las mujeres sufrió alteraciones en su ciclo menstrual, de las cuales, a su vez, un importante porcentaje quedó con esa alteración crónica. Esto quiere decir que algunas necesitarían farmacovigilacia que antes de los contagios del Covid-19 no necesitaban. Otro reto para el sistema de salud.
Tanto en la concepción de salud sexual y reproductiva como en el sistema de salud frente a estos derechos hay sesgos de género. Cristina Monereo, profesora de Filosofía del Derecho de la Universidad de Málaga, afirma que estos son derechos que conjugan con la protección a la salud, por ende, son derechos fundamentales y, además, universales. Sin embargo, la vulneración de estos no son hechos recientes, sino que con la pandemia se han visibilizado las falencias frente a esta protección. La docente explica que muchas de las legislaciones deberían tener una especificidad en algunos aspectos, ya que existen enfermedades, por ejemplo, donde hay mayor predominancia entre un género u otro. Así como también hay problemas de acceso a protección y prevención a enfermedades crónicas y, en el ámbito laboral, protección a la maternidad.
Irene Muñoz, abogada y responsable del departamento de Relaciones Internacionales de COVITE, enfatizó su intervención en la salud mental. La jurista afirma que la poca atención al tema ha provocado problemas de salud física, emocional y social en grupos de mujeres de distintos rasgos de edad. La precariedad laboral y el miedo hacia el futuro han hecho que se modifiquen la planificación familiar y la preferencia de muchas mujeres a no concebir.
Más del doble de los que acceden a las ayudas de salud mental son mujeres
Por otra parte, Carmela del Moral, responsable de políticas de infancia de Save the Children, basó su ponencia en dos injerencias, fundamentalmente: la pornografía y la pobreza menstrual como componentes importantes en los derechos sexuales y reproductivos. Ella afirma que las variantes socioeconómicas han sido las culpables de muchos gradientes en las estadísticas. De entrada, los trastornos mentales han subido del 1% en el 2017 frente al 4% en el 2021; sumado a que la tasa de suicidio en niñas mayores de 13 años es mayor que los niños. Se estima que el consumo de pornografía desde la infancia ha ayudado a provocar estos incrementos, pues impulsa las prácticas de riesgo, la reproducción sin consentimiento y la construcción errónea de la sexualidad.
Pepa Galindo, responsable de la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Clínico Universitario de Valencia, habló del impacto de enfermedades como el VIH. Dice que el discurso marginal acerca del tema reduce significativamente la posibilidad de embarazos en mujeres contagiadas, tanto a nivel social como a causa de los fármacos. Sin embargo, es enfática en decir que los estudios sobre la enfermedad en las mujeres son casi nulos. Además, mantener los tratamientos ha sido una dificultad.
La jefa del servicio de información y Atención al Paciente del Hospital Universitario de Getafe, Ángeles García, afirma que la mayoría del personal sanitario que hizo frente a la pandemia fueron mujeres. El 62% del personal del hospital es femenino, lo que hace que contextualmente sean las mujeres las que presentan mayores riesgos tanto de contagio como de afectaciones emocionales.
Incluir las políticas de género en la salud es equidad
Finalmente, Rosa López, directora de Programas del Observatorio de Salud de las Mujeres (OSM), habló que el plan de calidad de salud está legislado y diseñado a partir de necesidades patriarcales. Los análisis de la población, entonces, se hacen con base en estereotipos de los síntomas de las enfermedades, los cuales son cambiantes entre mujeres y hombres. No obstante, desde la academia sí se están haciendo cambios en el método de la enseñanza: más incluyente y con un perspectiva más equitativa para las políticas públicas.
Foto: archivo AmecoPress.
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Sociedad – Salud y género – Salud reproductiva - Política y género. 04 jul. 22. AmecoPress