Educación Sexual Integral, una construcción en desafío

17 de septiembre de 2010.

Por Erica Montaña *

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Buenos Aires, 17 sep. 10. AmecoPress/Urbanas en Red.- La escuela es una institución social que se ubica dentro de un entramado social dinámico, cambiante; es receptora no solo de las expresiones de la sociedad, sino de la familia; de su manera de vincularse; de quienes trabajan en las escuelas; a su vez desde la sociedad se le demanda que tenga presencia activa y comprometida con respecto a algunas problemáticas sociales.

Ante el tema de Educación Sexual en la escuela, el debate actual está dirigido a, que los contenidos y su tratamiento sean incluidos de tal forma que les permita al alumnado conocer sobre la temática y apropiarse de esos saberes, producir en sus personas un proceso de formación en relación a la sexualidad humana, su relevancia para la vida, los derechos sexuales y reproductivos entre otros.

En octubre de 2006, se sancionó con fuerza de ley el Programa Nacional de Educación Sexual Integral, que establece que todas las escuelas públicas y privadas del país deberán impartir educación sexual desde el nivel inicial, hasta el superior de formación docente, contemplando aspectos biológicos, psicológicos, sociales, afectivos y éticos; con lo cual las acciones aisladas y voluntarias dejarían de tener vigencia.

Poner en vigencia la ley es un desafío interesante ya que nos lleva a trabajar sobre aspectos de la educación de la sexualidad y afectividad en las escuelas; esta realidad está reconocida y planteada por las docentes; sin embargo debemos aceptar que es un espacio que genera interrogantes, dudas, incertidumbres, temores, prolongados debates.

A menudo escuchamos ¿Si es la escuela la que debe ofrecer educación sexual?, ¿qué espacios curriculares serán destinados a ella? ¿Es necesario que las/os docentes se capaciten sobre este tema? ¿Se necesita tener autorización de los padres y/o madres para enseñar Educación Sexual? ¿Cómo planteamos desde la escuela el tema para con nuestros/as alumnos/as: desde una perspectiva personal, desde los contenidos de ley, desde nuestra propia experiencia, siguiendo un proyecto institucional? ¿La familia debe participar de las clases, talleres donde se trabajan los temas de Educación Sexual? Son numeroso los interrogantes que surgen, ¿que hacer con las preguntas que hacen las chicas/os?, que actitud tomar cuando la familia no permite que su hijo/a asista a las jornadas? ¿Es necesario relacionarlo con el ejercicio de la ciudadanía ó los derechos reproductivos ó la salud sexual? Y así podríamos mencionar muchos más.

A diario el personal docentes se encuentran en las escuelas con las expresiones de la sexualidad (del personal docente, del alumnado, de las familias, de los medios de comunicación, el uso de las nuevas tecnologías entre otros); y toda la carga subjetiva que ello significa, valores, creencias, prejuicios, mensajes familiares, historias personales, perspectivas generacionales.

La Sexualidad es un tema que ha despertado el interés de hombres y mujeres desde los tiempos más remotos hasta nuestros días. Su estudio, abordaje y tratamiento de manera interdisciplinaria contribuye a una mejor preparación para afrontar los distintos cambios sexuales que vivimos las personas en sus diferentes aspectos: orgánicos, sociales, culturales y emocionales que, indefectiblemente, se presentan a lo largo de la vida.

Es necesario aprender acerca de sus múltiples dimensiones y aspectos; esto, no se reduce a saber y comprender del cuerpo y sus funciones, sino aprender a vincularnos con nuestra propia sexualidad, acercándonos de una manera integral, que incluya y jerarquice los aspectos subjetivos.

La sexualidad, está condicionada por el medio social y cultural en que se desarrolla; es un modelo socializador que está siempre presente en las relaciones y vínculos que las personas construimos, en todas las edades. Existe sobre este tema numerosos mitos y creencias que nos condicionan sin darnos cuenta; dándole al tratamiento de la sexualidad una perspectiva sumamente individualizada, influenciada por las experiencias personales, privadas, públicas y sociales.

Hablar, debatir, reflexionar sobre este tema no se circunscribe a una perspectiva anatómica, con una mirada unidireccional, asignándole roles diferenciados por género, tanto al hombre como a la mujer, relacionados con reproducción y maternidad para ellas y la virilidad para ellos. El sexo es un lenguaje de profundo sentido humano, que posee sus códigos y signos propios; construyendo una identidad vinculada a la comunicación y una forma suprema de expresión a través del cuerpo.

Conocer el cuerpo femenino y masculino; significa hacerlo desde un punto de vista amplio; tanto la mujer como el varón son más que un cuerpo. La sexualidad involucra la experiencia psíquica, las relaciones interpersonales y los roles sociales.

Desde hace algunos años, presenciamos cambios importantes sobre el tratamiento del tema que nos ocupa; por ejemplo, los valiosos aportes realizados por numerosos investigadores/as y estudiosos/as de la sexualidad que permitieron crear, en el siglo pasado, la sexología como una disciplina que aborda el estudio de la sexualidad; con una connotación novedosa y sumamente enriquecedora: su tratamiento es multidisciplinario, sin estar ligada a una única doctrina hegemónica.

Como dato para destacar, a partir de 1974, la Sexualidad es considerada, por la Organización Mundial de la Salud, dentro del concepto integral de salud del ser humano. “La educación sexual es la aptitud para disfrutar de la actividad sexual y reproductiva amoldándola a criterios de ética social y personal”. (OMS 1975).

Otro de los cambios importantes, es el reconocimiento desde Educación, sobre la sexualidad como parte de sus contenidos curriculares, iniciándose un lento pero efectivo proceso de inclusión de su tratamiento en las escuelas.

Este es un largo camino en el que necesitamos participar activamente, tomando conciencia que el conocimiento del cuerpo está atravesado por una visión humanizante, personal y única de la sexualidad.

Si bien la escuela no es el único ámbito en el cual se lleva a cabo la educación afectiva y sexual; la familia, los medios de comunicación, los amigos son también fuentes de información -en ocasiones, muy sesgadas- que transmiten modelos y pautas de comportamiento en relación con este tema. Sin embargo, a la escuela le corresponde la responsabilidad de ofrecer una formación contrastada de manera científica e integral como para que alumnos/as puedan desarrollarse en este ámbito con una creciente autonomía personal. También compete a la escuela formar a niños y niñas en actitudes de respeto, cooperación y de superación de estereotipos discriminatorios a causa de los sexos.

Desde este punto de vista, la educación afectiva y sexual tiene un sentido muy amplio, comprende el aprendizaje y el conocimiento del propio cuerpo, de la propia imagen corporal y del mayor o menor bienestar en relación consigo mismo.

Asimismo, está relacionada con el descubrimiento de los demás y de las diferentes relaciones que los seres humanos establecen entre sí. Todo ello desde una perspectiva integral y positiva que ayude al individuo y al grupo a comprender y potenciar las capacidades de decisión y de autoestima, teniendo en cuenta las representaciones individuales y colectivas.

La educación sexual debe partir del concepto amplio de sexualidad incluyendo la identidad sexual, el cuerpo, las expresiones sexuales, los afectos, la reproducción y la promoción de la salud sexual.

Ya no debemos consentir que el debate se radicalice entre si se debe enseñar o no educación sexual en las escuelas; podríamos preguntarnos cómo trabajar para que la nueva ley que se sancionó sea una herramienta, un recurso adecuado y adaptado a cada realidad, escuela, comunidad, familia. La pregunta es ¿Cómo lograrlo?.

* Érica Montaña, es Directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de la Mujer UNLPam.

Foto: Archivo AmecoPress.

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Internacional – Opinión – Educación – Coeducación – Salud reproductiva – Sexualidades. 17 sep. 10. AmecoPress.

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