Continuamos exhalando frescura, el feminismo renueva el oxígeno
Buenos Aires, 21 sep. 21. AmecoPress/Diariofemenino.- En esas reflexiones, aparecen más y más contaminantes que nos ensucian, nos entumecen, a las personas que deseamos cambiarlo todo, porque sabemos que no se pueden seguir sosteniendo cultural, social y económicamente más sistemas que nos matan, nos atormentan, nos violentan y torturan por querer un aire feminista, igualitario, justo, mejor.
Es por ello, que se agregaran otras aristas que se nos entrometen en ser mujeres de accionar y espíritus libres, disidencias, minorías sin poderes, personas excluidas por nacer o contraer aquello que las hace ser “especiales”, las que no encajan en los modelos que nos muestran a diario en el cómo “deberíamos …”
El capitalista
El sistema que nos vive cosificando desde siempre, nos dice cómo movernos, sentirnos, nos cuestiona sentimientos, cómo deberíamos amar, odiar, competir. Es el capitalismo el que nos trata a todas las personas como meras consumidoras y, si no tenés, deséalo, trabaja, rómpete el lomo que vas a poder conseguir y, si no llegas, quizás no te esforzaste tanto para adquirirlo… Obviamente, está íntimamente ligado a la meritocracia.
Redobla la apuesta y saca nuestros lados “más consumistas” en el acceso a los alimentos, los servicios, los productos de tal o cual marca, el poseer cosas materiales para sentirse parte, se instala desde los primeros días de vida, donde las y los responsables de la crianza, creen que los y las bebés tienen que tener, desde que nacen, tal o cual/es cosa/s.
La cultura machista
El machismo se nos mete por cada agujero de la piel, por los ojos, lo respiramos, lo tenemos pegado en los huesos. En nuestra lengua, cómo nos invisibilizamos cuando criticamos a la otra, cuando las disputas o competencias de bellezas se miden a través de nuestros cuerpos separados de las mentes, las almas, las historias de lo que somos, de lo que fuimos.
Sabemos que, como ideología, engloba varios conjuntos de actitudes, conductas, prácticas sociales y creencias destinadas a imponer la superioridad de la figura del hombre sobre la mujer o de una figura de poder que domina de manera asimétrica sobre una minoría. Al machismo no le gusta que rompamos tradiciones, nos prefiere calladas, conservando y reproduciendo modelos, sin tocar nada, como si no existiéramos, como parte de las cosas que se venden o se compran dentro del sistema capitalista.
Modelo binario
Aquí, nos han enseñado que sos esto o aquello, nena o nene, varón o mujer, celeste o rosa. Todo lo no binario molesta, desde el lenguaje, intentando incorporar el uso de la E cuando nombramos a las personas del colectivo LGBTTTIQNB+, a las modas: los maquillajes, los esmaltes de uñas, las cremas, perfumes, la ropa, aromas, placeres, vehículos, lo que hace que seas eso que quieren que seas. El encajar, sino ¿cómo te nombro? ¿Qué sos? ¿Qué te gustan, los chicos o las chicas?
No hay lugar para las exploraciones, el descubrimiento y los sentires por fuera de las novelas y películas empalagadas de fetiches, violencias y romanticismos. No hay lugar a las diversidades, ni las disidencias, menos a lo distinto.
Modelo biologicista
En este caso, el modelo clínico, tradicional-moralista, se recorta a la sexualidad del coito heterosexual, y se centra en “lo que debe ser” y “lo que no debe ser”, “lo que está bien” y “lo que está mal”. Principalmente, se instala en los sistemas educativos, pretendiendo convencer, a través de medios masivos de comunicación, religiones, representantes políticos y políticas, que la ESI desde la Ideología de Género , (esta expresión nació desde el catolicismo para nombrar de manera despectiva y prejuiciosa a los estudios de géneros), y que creen que van a enseñar a los y las adolescentes y a la niñeces, a mantener relaciones promiscuas o que ellos o ellas elegirán una sexualidad “homosexualizada” por los contenidos enseñados.
Se les “muestra” lo que es correcto, para que lo realicen, lo imiten y hagan. Es una pedagogía mecanicista. La abstinencia, en este enfoque, es enseñada como modelo a ser seguido, escondiendo el concepto de sexualidad sobre el que descansa: la sexualidad como genitalidad, ya que, sobre ella, descansa su mayor preocupación.
Podría resumirse un sistema castrador, que censura los placeres por verlos mundanos, que no tiene en cuenta los sentimientos, pensamientos y construcciones subjetivas, solo se basa en la reproducción humana, métodos y tipos anticonceptivos (en su mayoría destinados para mujeres o cuerpos gestantes) y lo que le sucede al cuerpo en los desarrollos que atraviesan.
Lo religioso
Sea la religión que sea, siempre termina imponiendo el interés de las clases dominantes para infundir en las masas las convicciones religiosas, de convivencias y valores tradicionales, donde todo lo que no “creó Dios” no es natural, no es lo esperable, es lo que se castiga y se suma a las cargas de culpas y frustraciones por el no ser.
A modo de conclusión, aunque podríamos seguir enumerando tantas y múltiples formas que podemos encontrar en diferentes ámbitos, que nos atraviesan, nos contaminan, nos inmovilizan o nos distraen, nos impone heteronormas patriarcales, micromachismos que respiramos, y a los que tanto nos cuestan visibilizar para desterrar y purificar en cada exhalación de las que sentimos y vivimos al feminismo como otra opción de sistema, de relaciones, de lenguajes, de movimientos, de cambios, de nuevos aires, de diferentes visiones, y al que aspiramos y necesitamos para convivir en un mundo un poco más justo.
Fotos: Andrea Talone. Encuentro Nacional de mujeres – Mar del Plata 2015.
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Internacional – Opinión – Feminismo – Sexualidades – Diversidad – Religiones. 22 sept. 21. AmecoPress.