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Miércoles, 17 de octubre de 2012.

Reportajes

“Si una mujer escribe una novela intimista, resulta femenina. Si lo hace un hombre, es profunda”

Jóvenes escritoras se abren camino en el mundo editorial a pesar de los obstáculos

Cultura, Voces de mujeres, Libros, Liderazgo, Madrid, Jueves 17 de junio de 2010, por Elena Duque

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Madrid, 17 jun (10). AmecoPress. Las mujeres son tan solo el 20% de quienes publican libros en España. Son pocas las que han conseguido un galardón de reconocimiento oficial, aunque van ganando posiciones en los de carácter comercial. Eso sí, apenas se cuenta con ellas para los jurados de los premios ni para la crítica, espacio aún fuertemente masculinizado. Sin embargo, con grandes predecesoras abriendo el camino, la huella de las mujeres en la literatura de hoy y de siempre es imborrable.
 
“Ya me han avisado de que es un riesgo tomarme 3 y 4 años con una novela. Pero yo creo que cada libro tiene su tiempo de escritura y de documentación”. Así se plantea Vanessa Montfort su profesión de escritora, y mal no le va. Acaba de ganar el Premio Ateneo por su novela “Mitología de Nueva York”.
 

Curiosamente, su primera novela, “El Ingrediente Secreto”, fue reconocida con el Premio Ateneo Joven, hace ahora cuatro años. Entre una y otra Montfort no ha estado inactiva: esta escritora multidisciplinaria, a pesar de su juventud, ya cuenta con cuatro obras de teatro estrenadas. La primera, “Quijote’s Show”, data de 1999, cuando tan solo tenía 23 años. Ahora está trabajando en la corrección de “Flashback”, que espera estrenar en España en 2011, y antes incluso en Francia.
 
“Siempre quise escribir. Mi madre me dijo cuando era niña que hay dos maneras de ver la realidad, como es y como la filtramos. Siendo escritora, cuando no te interesan las noticias de la realidad, te las inventas. Incluso hay cosas que se entienden mejor desde la ficción”, relata la autora.
 
Frente a una nueva figura de la literatura, otra más veterana, con el éxito en la mano: Soledad Puértolas, recién nombrada miembro de la Real Academia de la Lengua, se ha convertido en la quinta mujer en entrar en la institución de las letras hispanas por excelencia.
 
Al comunicarle el nombramiento, Puértolas asumió que su papel en la institución no consiste en la aportación puramente técnica, sino en la asunción de una perspectiva de la lengua como organismo vivo.
 
“Los creadores -narradores y poetas- tenemos una relación esencial con la lengua, más natural y subjetiva que analítica. Si la RAE quiere que estemos allí debe de ser porque valora ese punto de vista”, afirmaba en declaraciones a AmecoPress. Ella protagoniza el cambio, la lenta apertura en el reconocimiento de las mujeres en la actividad literaria.
 
¿Intimistas o femeninas?
 
Montfort se siente bien acogida por la crítica y el público, y dice que su condición de mujer no le ha resultado un obstáculo más, pero agrega que sí conoce casos de tintes discriminatorios. “Es el estigma de la niña que escribe. Si una mujer escribe una novela intimista, resulta femenina. Si lo hace un hombre, es profunda”.
 
“Cuando una mujer crea personajes varones, pueden ocurrir dos cosas. O bien, que la tilden de imitadora, o bien que la consideren de menor categoría”, como si su personaje no fuera lo vívido que se requiere. Parece que sólo nos consideran auténticas cuando hablamos de mujeres”, estima Laura Freixas, escritora, compiladora, crítica literaria y probablemente la mejor especialista en literatura escrita por mujeres en este momento.
 

“Tenemos buenas escritoras y no tienen para nada el reconocimiento que se merecen. Cuando una empieza, eso no se ve. Al principio es igual de fácil publicar para un hombre que para una mujer, pero el techo de cristal existe”, reconoce Freixas. Pone un ejemplo que puede resultar simplista, pero que arrastra una enorme carga discriminatoria. “En las mujeres se valora que sean fotogénicas, cosa que ni se plantea en un hombre”.
 
Para Montfort, la cosa está clara: la labor del escritor va más allá de sus condiciones personales. “Yo creo que una mujer puede escribir perfectamente un personaje masculino. Meterse en la piel de un hombre no es más difícil que meterse en la de una persona de 70 años, o en la de alguien que viene de un lugar donde nunca has estado”. Y añade: “Es lo mismo que pensar que los puntos van a quedarme diferentes si el médico que me los pone es hombre que si es mujer”.
 
Sólo para mujeres
 
“Yo creo que los hombres leen a los hombres, y las mujeres leen a las mujeres y a los hombres. Ellos se lo pierden”, advierte Freixas. La historia de la literatura cuenta con una profunda tradición masculina. Escrita predominantemente por hombres, y seleccionada también por varones, el legado literario es a su vez reflejo y modelo de una forma creativa pensada por y para ellos. Romper con toda una cultura instaurada no es fácil, sobretodo cuando ni siquiera se reconoce.
 
“No creo que haya datos de cuántos manuscritos se reciben en las editoriales desagregados por género, pero sería muy interesante realizar un estudio. Hoy en día, sólo el 20% de las personas que publican libros son mujeres. Sin embargo las facultades de letras están llenas de mujeres, algo aún más llamativo si lo comparamos con la situación hace 30 años”.
 
Para Freixas, la peculiaridad de ser mujer puede llegar a resultar en si misma un aporte a la creación literaria. “La literatura escrita por mujeres ha enriquecido con temas, personajes y puntos de vista nuevos. Exploran las relaciones entre madre e hija, entre amigas, entre mujeres. Los rencores, las pasiones, el cariño, la cercanía”.
 
Asimismo, reclama el espacio negado a las mujeres tanto en la creación como en la obra creada. “Hay temas cuya ausencia en la literatura siempre me ha sorprendido, como es el embarazo. La maternidad está rodeada de muchas emociones y reacciones. Es algo tan físico e intenso como el erotismo, y sin embargo sobre éste último se han escrito innumerables páginas”.
 
Cuando eligen los hombres
 
La revista Letras Libres planteaba a principios de este año la elección de los 100 mejores libros de la literatura española. Curiosamente, y como hizo notar Laura Freixas, las cuatro personas elegidas para tal responsabilidad eran varones. Curiosamente también, del total de libros propuestos, sólo tres estaban escritos por mujeres.
 
Esta circunstancia está generalizada en la formación de los jurados literarios. Precisamente, el último premio ganado por Montfort fue otorgado por un jurado compuesto en exclusiva por varones.
 
Para ser justos, el jurado que concedió el Premio Cervantes a José Emilio Pacheco estuvo compuesto por cuatro mujeres y seis hombres. Sin embargo, en el Premio Nacional de Narrativa la balanza se inclinaba estrepitosamente, con una mujer frente a nueve caballeros.
 
Premiadas pero poco reconocidas
 
“En los premios comerciales, como el Planeta, el reparto es igualitario. No ocurre lo mismo con los premios oficiales, como es el Premio Nacional de Narrativa, que no lo ha recibido una mujer desde el año 1995. El Premio Nacional de la Crítica, la última vez que lo recibió una mujer fue en 1961” destaca Freixas.
 
No sólo eso. El Premio Nacional de Narrativa, en sus más de 80 años de historia, sólo lo han recibido cinco mujeres: Concha Espina en 1950, Carmen Laforet en el 57, Ana María Matute en el 59, Carmen Martín Gaite en el 78 y Carmen Riera en el 95. El Premio Nacional de la Crítica en narrativa, creado en 1956, sólo ha reconocido a dos mujeres: Ana María Matute también en 1959 (por su novela “Los hijos Muertos” en ambos casos” y Elena Quiroga en el 61. El de poesía sólo cuenta con tres nombres femeninos en sus filas.
 
La importancia de este hecho no es banal. “Aquellos premios que no tienen el reconocimiento institucional, no pasan a la historia. Nuestros hijos no leerán los premios Planeta, sino los Cervantes”. Este último, que reconoce todas las letras hispanas, también se queda en el par: María Zambrano en el 88 y la cubana Dulce María Loynaz en el 92.
 
Recogiendo el testigo
 
La huella de las escritoras españolas en el siglo veinte ha sido muy profunda. Los pasos de escritoras de la talla de Ana María Matute o Carmen Laforet, todas ellas clave en la literatura contemporánea, han sido seguidos y reinterpretados por otras grandes como Clara Sánchez, Rosa Montero, Almudena Grandes, Ángeles Caso, Belén Gopegui o la poetisa Dulce Chacón, muchas de ellas bien reconocidas tanto por la crítica como por el público.
 
Todas han ido dejando de alguna manera su rastro, a veces silencioso. Tal es el caso de Montonfort, que utiliza para escribir el método “Carmen Martín Gaite”: errar para hacer un hallazgo.
 
“Una amiga me contó que esta escritora vagaba por la ciudad con una libreta cuando quería escribir una novela. Yo, sin darme cuenta, hago lo mismo. Con un cuaderno voy tomando notas. A veces de una mirada en el metro sale un personaje, o de una noticia una historia”.
 
Quizá de forma inconsciente, el sueño de Montfort no es ganar un gran premio ni el propio reconocimiento. “Mi ideal sería conseguir un personaje que supere la existencia misma del autor, como el Frankenstein de Mary Shelley”. Pasar a la historia no por su nombre, sino por su creación.
 
Fotos: archivo AmecoPress
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Pie de foto: 1) La escritora Vanessa Montfort; 2) Laura Freixas
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