Hijas e hijos de la violencia de género
Madrid, 10 sep (10). AmecoPress Se estima que en España hay 800.000 niños y niñas víctimas de la violencia de género. De estos, 200.000 son hijos e hijas de mujeres que han recibido órdenes de protección y se calcula que de ellos, tan sólo el 4 por ciento reciben atención personalizada. Esas son las pocas cifras que hemos podido rescatar y que impiden retratar con fidelidad la situación de ese conjunto de infancias marcadas por el terror.
Hay que tener en cuenta que las estimaciones siempre se hacen a partir de las mujeres que entran al sistema por alguna de las vías previstas. El resto de cifras que se barajan tienen como objeto de atención a las mujeres que son víctimas de la violencia de género, como los datos oficiales publicados por el mismo Ministerio de Igualdad, el Observatorio de la Violencia de Género o el Consejo General del Poder Judicial.
“El escollo principal que nos encontramos es que no existen apenas registros fiables acerca del número de niños y niñas que sufren violencia de género en el hogar. La mayoría de la información en torno a éstos no se recoge de forma sistemática, o bien no se procesa. Generalmente, queda reflejada solo en el atestado policial”, afirma Elena Ayllón, Coordinadora del Proyecto Daphne de la organización Save the Children.
El dato de 800.000 menores sometidos a la violencia de género en nuestro país resulta aún más alarmante cuando se sabe que la inmensa mayoría de estos niños y niñas no están siendo atendidos adecuadamente.
Faltan recursos
Pepa Horno Goicoechea es consultora en infancia, afectividad y protección. Para ella, el primer problema radica en que estos niños y niñas no se reconocen como víctimas de violencia de género, con unas características especiales y, por tanto, con un tipo de necesidades específicas.
“Los centros no tienen recursos adecuados, las personas profesionales que se ocupan de su tratamiento carecen de la formación necesaria. O son especialistas en el tratamiento de mujeres víctimas de violencia de género o son especialistas en infancia, pero no en el tratamiento de niños y niñas víctimas de violencia de género específicamente. Necesitamos formar un sistema de protección a las mujeres y a sus hijos e hijas, capaz de compaginar esas dos visiones y de actuar con cohesión y coordinación”, asegura.
La Ley de Medidas de Protección Integral de 2004 recoge en la exposición de motivos los efectos de la violencia de género sobre los niños y niñas, pero no especifica medidas concretas para atenderlos. Esta Ley se creó como respuesta a un contexto social que demandaba la atención a las mujeres.
“El hecho de que una madre acuda a un determinado recurso social para ser atendida como víctima de violencia de género y no exista la garantía de que este recurso va a contactar con el área de infancia y a coordinarse con sus profesionales, es lamentable”, asegura Ayllón. Para la especialista, sería necesario introducir de manera obligatoria la valoración de los hijos y las hijas de las mujeres que denuncian cuando el proceso llega a la Fiscalía.
En 2006, el informe publicado por Save the Children puso en evidencia estas carencias en la atención al colectivo. Desde entonces, las instituciones se han implicado en la respuesta a aquella denuncia con campañas sociales, creación de recursos terapéuticos especializados en varias comunidades autónomas o programas de formación para profesionales. Pero queda mucho por hacer y uno de los mayores impedimentos es el desconocimiento.
Invisibles
“Pensar que un niño o niña es menos víctima de la violencia que sufre su madre porque, en vez de recibir también palizas o presenciarlas, las oye desde la habitación de al lado es no entender bien qué significa ser víctima de violencia. Los niños y niñas son víctimas directas de la violencia de género, víctimas de violencia psicológica y a veces también física” explica Horno.
Independientemente de que los niños y las niñas hayan estado presentes o no en escenas de violencia explícita, la tensión que se vive en estos hogares les afecta directamente y tiene consecuencias a corto, medio y largo plazo, afectando a todas las esferas de su desarrollo.
Los síntomas que sufren estos niños y niñas van desde síndromes postraumáticos como fobias, pesadillas, etc., hasta problemas de atención y concentración y muchas dificultades de relación, especialmente a la hora de establecer relaciones de confianza.
Para Consuelo Abril, portavoz de la Comisión para la Investigación de los Malos Tratos ante el Congreso, una organización de expertas y juristas que, además, cuenta con un departamento especializado en terapia con menores, “es prioritario trabajar con estos menores para que se recuperen y no reproduzcan la violencia que han vivido”.
“Tu hijo o hija sufre igual que tú”
La abogada insiste en ayudar a despejar dudas, temores, prejuicios que dificultan aún más este grave problema. “Las mujeres tienen que saber que van a tener la custodia de sus hijos e hijas de modo automático porque son víctimas de la violencia de género. Tienen que proteger a sus hijos, priorizarlos, separarlos de la violencia”. Para Abril “sería necesario cuestionar también el régimen de visitas a los padres que son maltratadores”.
La concienciación de las madres es fundamental. El maltrato a los hijos e hijas es una de las fórmulas que encuentra el agresor para hacer daño a su pareja. “En muchos casos las madres creen que los niños y niñas no se están dando cuenta”, asegura Pepa, “el momento en el que estas mujeres se dan cuenta de lo que están viviendo sus hijos es muy duro”. La especialista lanza a las madres un mensaje: “ellos también sufren, igual que tú”.
Muchos niños y niñas están viviendo en el terror de sus hogares sin que nadie se dé cuenta o sin que nadie haga nada por evitarlo. Esto pone de manifiesto que hay que fomentar los mecanismos de detección y prevención de la violencia de género. Un campo en el que el profesorado y el personal médico de atención primaria juegan un papel fundamental, pero que debe implicar a las organizaciones políticas y sociales y al conjunto de la sociedad. Y no sólo debemos plantearnos los mecanismos, sino la actitud y el emplazamiento ante un conflicto, una violencia que, aún en su cruel silencio, atraviesa las paredes y golpea en nuestras conciencias. Los niños y niñas son una parte de nosotros mismos como conjunto humano.
Fotos archivo AmecoPress
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Sociedad – Infancia – Violencia de género – Maltratos; 10 septiembre (10); AmecoPress