Mujeres Emprendedoras: ¿capaces o bellas?
La Habana, 05 jun. 13. AmecoPress/SEMLac.- ¿Cómo comprender que una mujer, además de bella, es inteligente? ¿Por qué la primera característica es esperada y la segunda resulta sorpresiva?
La entrada de las mujeres al espacio laboral y su destacado papel en la sociedad, supone una de las mayores conquistas del siglo pasado. El poder, la inteligencia y la eficacia, han sido elementos asociados históricamente al mundo de los hombres, así como todo lo concerniente al espacio público. Sobre las mujeres han pesado exigencias en torno al hogar, a la educación de los seres humanos, al cuidado de hijos, ancianos, esposos y enfermos. Aún cuando en la actualidad este escenario ha cambiado, el servir a los otros continúa siendo su misión, incluyendo ser objetos de belleza para la satisfacción de los hombres.
La conformación de la subjetividad de los hombres, su virilidad e identidad de género, se constituye a partir del disfrute de los atributos femeninos. Esto respalda el poder patriarcal que sostendrán durante toda su vida. De manera diferente, la identidad femenina se sustenta en la capacidad para atraer o despertar el deseo de los hombres desde su cuerpo. Es así como el cuerpo, aún siendo natural y biológico, se convierte en instrumento de las relaciones y se revela como construcción simbólica y cultural, en tanto es valorizado como bello, feo, atractivo, no atractivo, sexy o no, desde cánones de belleza que funcionan como mandatos culturales.
Aún cuando el papel de las mujeres en la sociedad se ha revalorizado por su competitividad, responsabilidad e inteligencia para permanecer con éxito en el ámbito laboral, siguen siendo visibilizadas –primeramente- como objetos de erotismo. El cuerpo femenino sirve como elemento de aceptación de sí mismas y de los demás, en dependencia de su cercanía al modelo de belleza.
La ocupación como cuidadoras de la humanidad, dadas a los otros y a la felicidad ajena, implica mantener una imagen de belleza corporal y espiritual, de ahí la alusión frecuente de las mujeres con las flores, las estrellas y las exigencias en cuanto al modo de vestir, de peinarse y de lucir. La mujer, como objeto de disfrute erótico para el hombre, es uno de los mandatos más inamovibles de lo que llamamos patriarcado.
Con independencia de las responsabilidades institucionales, políticas, sociales o familiares que asuman, persiste en todo momento la exigencia de lucir atractivas, sensuales y preocupadas por su aspecto personal, lo cual se convierte en el primer escalón para ser valoradas de manera positiva en sus espacios de actuación. De ahí que muchas refieran la sobre exigencia que implica resaltar su inteligencia y competencias profesionales, para superar la percepción, que como "objetos de deseo", pesa sobre ellas.
* 38 años, directiva
Foto: Archivo AmecoPress.
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Opinión – Economía – Empleo y género – Empresarias. 05 jun. 13. AmecoPress.