Los viajes de Elena García Quevedo
Madrid, 26. Jul. 2011. AmecoPress. La periodista, escritora y guionista, Elena García Quevedo, cuenta la experiencia que representó la escritura de su último libro ‘Viajes que despertaron mis 5 sentidos’ en el que las mujeres juegan un papel fundamental ya que a través las entrevistas que realizó en estos viajes, obtuvo respuestas a muchas preguntas, respuestas que ahora comparte con sus lectores.
Elena García Quevedo es menuda, llega al lugar de la entrevista con una dulce sonrisa pintada en el rostro, vestida de rojo, “en India, el color de la feminidad”, comenta. De inmediato se establece una suerte de conversación de amigas, en la que la escritora le cuenta a Ameco Press cómo fue la gestación y desarrollo de ‘Viajes que despertaron mis 5 sentidos’, su último libro.
El proceso de creación de la obra duró tres años. Durante este tiempo Elena García viajó a distintos lugares en los que entrevistó a mujeres que le permitieron reencontrarse a través de sus sentidos, entender la importancia y el poder de las mujeres a través de la historia y aprehender lo que esas mujeres tenían que entregarle.
Fue en Anatolia, mientras trabajaba en un documental, cuando Elena García comenzó a hacerse preguntas, tras la percepción de una fuerte presencia de lo matriarcal en las culturas ancestrales “y me empecé a hacer preguntas sobre ¿Qué quedaba de todo aquello? Si, en la Anatolia, en Turquía, había visto que 10 mil años atrás estaba la primera ciudad matriarcal, que estaba el mito, que se habían ido transformando los mitos femeninos, cambiando de forma, hasta ahora, yo me pregunté ¿qué quedaba de aquello? ¿qué quedaba de aquella cultura? ¿si yo les preguntaba a las mujeres de allí, qué me iban a enseñar?, como mujeres matriarcales, a mí, nacida en una cultura patriarcal”, cuenta la escritora.
“Yo lo que he intentado hacer con este libro primero es encontrarme a mi misma pero luego he intentado conectar ese pasado, esa memoria que ya no está con el presente…siento que conocer, saber quiénes somos, nos da poder, nos da fuerza…En el pasado se identificaba tierra con mujer y con madre sí, alimento con mujer y con madre y en el presente hay algo que falla con la tierra, con la mujer (maltrato), con la madre. Están pasando cosas”, dice Elena García.
Y fue esta marcada presencia de lo matriarcal en diferentes culturas lo que la condujo a buscar respuestas en lugares disimiles que iban desde su natal Ribera del Duero hasta Egipto, pasando por la sierra colombiana y Turquía para de nuevo volver a la patria Celtiberia y Asturias, así las respuestas llegaron a ella a través de los sentidos. En
Egipto, el olfato
La autora confiesa haberse enamorado de la cultura de los faraones durante un viaje a través de El Nilo, García cuenta; “me enamoré también de las diosas: Isis, Ator. Y me enamoré de algunas reinas del poder que habían tenido, del poder y de la forma de ser que había tenido la reina Hatshepsut, faraona. Yo había oído hablar de Ramsés pero no había oído hablar nunca del papel de la mujer ni del papel de las faraonas, entonces empecé a escarbar y me di cuenta de que no todo era tal y como yo lo había recibido que por un lado había faraonas como Hatshepsut que habían sido muy fuertes para la cultura, que habían supuesto un quiebro y que apenas habían hecho historia, no porque no lo hubieran hecho sino porque no se había hablado de ellas, más que ahora”.
Además del descubrimiento de las faraonas, Elena García descubrió, durante su viaje por el Nilo, la importancia del perfume, los aromas y su capacidad de despertar el corazón “me di cuenta del poder que tenían y ese es un saber que viene de esa memoria olvidada, de ese tiempo olvidado, viajé a través del sentido del olfato, literalmente”, dice García.
Y así la escritora continúa describiendo este viaje: “Después de conocer a un perfumista, me llevé mis aromas constantemente y fui viajando con las diosas por el Nilo y por los aromas, también hablando con las mujeres Nubias. La de las mujeres Nubias es una cultura matriarcal que guarda cierta memoria de la cultura antigua. Las mujeres Nubias siguen haciéndose sus perfumes y continúan con algunos ritos matriarcales como el día de Isis en el que se visten todas de una forma, en el que siguen mirando a la luna, viendo los procesos de la luna, viendo los procesos de la tierra. Cruzas el Nilo, entras la isla Elefantina, por ejemplo, donde hay un pueblo nubio y es otro universo matriarcal, y ese fue el viaje, un viaje a través del olfato, a través de las diosas de lo que quedaba, y a través de la memoria de las mujeres y muy rico”.
En Colombia, el oído
La travesía por Colombia quizá fue una de las que más marcó a Elena García a partir de su encuentro con las mujeres de la comunidad Arhuaca, asentada en la Sierra de Santa Marta, en Nabusímake que es la capital de los indígenas arhuacos.
“En Colombia fue escuchar la tierra, verme como tierra y escuchar a las mujeres indígenas…” rememora Elena García quien ya había estado antes el territorio colombiano filmando un documental sobre la comunidad de El Encanto, ubicado en la zona humanitaria y donde las mujeres son respetadas como matriarcas.
“Cuando llegué con las mujeres indígenas por segunda vez, Chiqui una amiga, que también es madre, se rió mucho cuando le conté lo que buscaba pero me dijo: ‘que bien Elena porque es el momento de que las mujeres hablemos y digamos, de que las mujeres indígenas hablemos y digamos cómo nos sentimos’ para poner su granito de arena en el mundo, en el cambio, en la transformación en el respeto a la tierra entonces ahí empezó otro viaje: el de escuchar a las mujeres Arhuacas sobre todo, entonces les pregunté y busqué en ellas esa forma de escuchar a la tierra”, dice.
Y Chiqui, cuya misión en la tierra es preservar la música, enseñó a Elena García a escuchar “es una música de cantos a la tierra casi siempre, de los ciclos los ciclos de la tierra y los ciclos nuestros están muy unidos. Nosotras las mujeres occidentales nos hemos olvidado de esto, de la influencia que tiene la luna en nosotras, de que somos como la tierra, primavera, verano, otoño, invierno, pero las culturas que son más ancestrales lo tienen muy claro. Entonces la misión de Chiqui es mantener viva la música y mantener viva la sabiduría de los abuelos, de las abuelas. Digamos que a mí lo que me dio Chiqui fue eso: la capacidad de escuchar a la naturaleza. Para ellas la naturaleza tiene una voz, el agua habla, el viento habla, las piedras hablan, la tierra es mujer igual que para las culturas ancestrales europeas, para las culturas indígenas la tierra es mujer...”, asevera García.
Siguió hablando con las mujeres de la comunidad Arhuaca y entendió que la misión de las mujeres es proteger la tierra “ahora tenemos que cuidar la tierra para cuidar a la humanidad como mujeres con nuestra forma de querer, con nuestra forma incondicional también de querer, de ser, madres… pasó el tiempo y lo entendí, entendí que para ellas esto era literal, que ellas se sentían tierra, naturaleza y entendí también este sentido: el escuchar; el no hablar el escuchar todo lo que simplemente puedes recibir de la madre tierra…” asegura la escritora.
En Turquía, el tacto
Elena García expresa que en su viaje a Turquía notó la importancia la comunicación a través del tacto, en el caso de Turquía del masaje, “La cultura turca es distinta a la cultura ancestral, los turcos llegaron después pero me llamó la atención, después, que cuando yo me estaba preparando este viaje me hablaban, primero antes de verlo, de lo importante que era para ellos el masaje, el tacto…”
“Me di cuenta de que allí la gente te habla y te coge la mano, se acarician. Que la relación entre las mujeres, las madres, las abuelas las nietas, tenía un vínculo muy directo en los ‘Hamanes’ (baños turcos) donde se iban las familias (madre, hija, nietos) allí se dan los masajes y esto me llamó la atención… el tacto en mi primer viaje a Turquía estuvo muy presente. En el segundo viaje fue explorar el tacto por un lado y adentrarme en lo que eso significa, también, el tacto en la seguridad en la educación, cuando te creas como persona y como mujer, el amor que se expresa casi siempre a través del tacto es básico para que tu crezcas, florezcas y seas…” refiere.
“Cuando careces de eso (del tacto) hay algo de ti que se debilita y que no crece con tanta fuerza, entonces también eso iba en paralelo, diosa madre, mujeres fuertes, pasado, encontré a mujeres muy fuertes también a las que entrevisté, mujeres campesinas, mujeres que estaban descubriéndose. Visité un centro en el que las mujeres educaban a las mujeres, una fundación. Las mujeres más formadas ayudaban económicamente para que las mujeres menos formadas se empoderaran aprendieran y pudieran ganarse la vida independientemente al margen de que tuvieran o no sus familias, al margen de que quisieran o no seguir con la vida anterior. Entonces tuve la suerte de entrevistar a la secretaria de esta fundación que era una mujer que tenía 45 años y que no tuvo la oportunidad de estudiar y que cuando empezó a ir a las clases en este centro y a ver a otras mujeres no se atrevía a hablar y poco a poco fue despertándose atreviéndose a hablar. Ella me decía lo que habría cambiado su vida si hubiera tenido antes la oportunidad que luego se le fue presentando”, narra la escritora.
Me he encontrado todas las caras Turquía, es un país -para mí- con muchas caras.
En España, el gusto (los sabores)
García no podía prescindir, en estos viajes, de su raíz, de su tierra del sabor aprendido de su madre, su abuela, su ascendencia directa.
“El libro empieza con cómo mi madre me enseñó a olfatear el mundo, cómo mi madre me enseñó a guiarme por el mundo a través del olfato y de las cosas pequeñas, esa es la primera frase, mi madre, mi abuela, la tierra de la que vengo que originalmente mi búsqueda también estaba en el pasado en el mundo celtíbero del que casi no se habla pero que era un mundo con una gran base matriarcal con diosas matriarcales de las que yo sentí que tenía también cosas que aprender, entonces ese viaje del libro que arranca del olfato, del tacto, de los sentidos primigenios, de donde vengo yo, de cuando aprendí a ser persona. Para mí tenía sentido acabar ahí el libro, que no acaba ahí, pero el viaje sí y fue a través del sabor…” evoca.
Y es a través del gusto y del sabor ¿por qué?,
“Por varios motivos, primero porque en España se come muy bien, luego porque yo crecí en un restaurante, crecí rodeada de sabores y también porque las mujeres en mi tierra (que es Castilla), no besan, el cariño lo demuestran de otra forma, las mujeres, las madres -sobre todo- el cariño lo demuestran cocinando y yo sentí eso, sentí que ese cariño y que ese amor de las mujeres de mi tierra pero también del pasado, también de eso que yo quería recuperar de esa memoria que sentía que había perdido, estaba y me iba a llegar a través de la comida y acerté.
“El viaje en España fue primero en mi tierra de origen, Celtiberia y luego viajé por Asturias a través de las guisanderas de las cocinas de señoras, algunos restaurantes y otras de señoras que vienen de una cultura que es la cultura vaqueira que es absolutamente matriarcal ellas dicen, como las indígenas, que ‘la mujer es de la tierra y de la luna’ es una cultura que ha conservado esa memoria. Mujeres con su cocina, una mujer cuya madre cuando era niña le dijo: ‘tú eres la encargada de que nuestra cultura siga adelante, de guardar la memoria de nuestra cultura’ Siglo XXI, España, y las mujeres vaqueiras han crecido con las vacas y han empoderado… y ese ha sido el viaje a través del sabor…” expresa García
En India y Nepal, la vista
Para la autora cada uno de los viajes tuvo su carga de emotividad y de respuestas a sus preguntas, la India y Nepal también representaron “un quiebro” tal y como ella lo describe.
“He venido vestida de rojo, el rojo es el color de la feminidad en India. Las niñas, cuando hacen su ritual de paso se visten de rojo; las mujeres en las bodas se visten de rojo, es el color de la regla, de la sangre, el color de lo femenino, para mi tiene un sentido el vestirme de rojo es como cuando huelo las rosas, que las rosas están asociadas también a la historia de la mujer… El viaje fue a través del sentido de la vista porque la primera vez que estuve en la India y Nepal se me abrieron los poros por lo que percibí con mis ojos” detalla Elena García.
“…Fui viendo colores, recuerdo las imágenes, la intensidad de la hierba y los colores de los saris entre los caminos, ese contraste… fue muy impactante se me abrían los poros había tanta belleza allí, tanta belleza que se me abrían los poros y me entraba la belleza y el dolor que también hay…” destaca.
“Todos los colores en India tienen un sentido y se usan para algo, el sentido simbólico allí en India y Nepal es muy fuerte el viaje profundo fue a través de la Shakti de las diosas, y esto tuvo distintas formas. En Nepal, tuve la suerte de poder entrevistar a antiguas diosas Kumari las únicas diosas vivas en el mundo son niñas y son diosas hasta que alcanzan la pubertad, son diosas con toda la cara y la cruz que esto conlleva…”, explica la autora.
“Entrevisté a una mujer que había sido niña diosa para que me contara como había sido su experiencia, cómo se sentía y cómo había logrado salir del estigma, del miedo que producen las diosas allí del poder que estas tienen… Esta mujer tenía cerca de 65 años las diosas están muy marcadas y estuvieron mucho más marcadas, mal marcadas y esta mujer estudió enfermería creó una ONG junto a su marido, en la que trabajan para niños de las castas más bajas ¡era luz! era realmente una diosa una diosa gratísima, maravillosa, consciente a mí me serenó, me dio respuestas personales de cómo transformar mi realidad desde la fuerza, desde el estar en mi eje de conocerme, saber quién soy y de esa capacidad para cambiar del todo”, cuenta.
“En India, las viudas. En el hinduismo, las viudas están también estigmatizadas. En Benares, que es una ciudad completamente de contrastes donde el corazón está abierto todo el tiempo, a través de sus colores… Los colores están constantemente cambiando y las imágenes no se te olvidan nunca… Allí hay muchas mujeres que van a morir, mujeres que han perdido a sus maridos y que les acusan de ser culpables de las muertes de estos, hay mujeres que tienen que abandonar sus casas, el hogar de sus suegros por ejemplo (casi siempre están ahí), hay mujeres jóvenes también y entrevisté a una que tenía 38 años, había dejado a sus dos hijos, había perdido a su marido y sus suegros la habían echado de casa y esto fue muy fuerte, me removió mucho, me golpeó mucho”, explica Elena García.
“Ahí fue duro pero fue muy hermoso porque esta mujer me dio una gran lección esta mujer me dijo: ‘no me juzgues’- no me lo dijo así pero me lo dio a entender-, ‘yo vivo mi cultura, esta es mi cultura como he asumido mi papel, mi aprendizaje no me juzgues…”
“Con lo que me quedé es con como ella le ha dado la vuelta a todo ella está bien, ella tenía algo que yo había estado buscando y era paz”, comenta.
“En India también tuve la suerte de entrevistar a una prostituta sagrada y también fue muy fuerte para mí… yo primero había investigado, había visto de donde vienen las prostitutas sagradas. Como se siguen vendiendo niñas, como se prostituyen y cómo, aunque esto está penado, se sigue haciendo y me volvió a ocurrir: me encontré con una mujer maravillosa joven, bastante joven, cuyos ojos estaban llenos de sabiduría y de bondad” relata la autora.
“Cuando viajas (para mí) y cuando estás trabajando como periodista y me atrevo a decir cuando vives, debes aprender a escuchar como saben hacer muy bien las indígenas y ella me enseñó a escucharle y a escuchar su verdad y a escuchar sus sueños… más allá de mis prejuicios porque yo iba con el prejuicio de su dolor, de su tragedia… A mi todavía me cuesta entenderlo pero lo que ella me trasmitió con su mirada, con sus palabras, y con su estar y con su alegría y con sus sueños fue: ‘tú tienes tu forma de verme pero mi realidad es otra, mi realidad es mucho más sana, mucho más equilibrada y mucho más trascendente…” evoca Elena García.
“Fue muy hermoso escuchar a estas mujeres y de alguna forma escuchar mi propio dolor en ellas, escuchar a mi viuda, escuchar a mi prostituta y escuchar a mi diosa a través de ellas escuchar ese lado de mí misma al que no le había puesto oídos y a crecer y a trascender…” afirma la escritora.
“Yo creo que es tiempo de que nos reconozcamos y que al reconocernos y escucharnos entre nosotras vamos a recuperar la fuerza que en algunos casos se ha perdido o dormido y yo creo que es eso, es escuchar-nos y empoderarnos” concluye Elena García.
Fotos AmecoPress
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Pies de Foto: 1 y 2) Elena García Quevedo; 3) La mujer, escogida por sus familiares, cuida la casa ceremonial de su clan familiar; 4) La anciana María hila en el interior de cabaña; 5 y 6) Diosas
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