Las elecciones del 22M ponen de manifiesto la violencia estructural hacia las mujeres
Madrid, 13 jun. 11. AmecoPress. La Unidad de Igualdad de la Jaume I y la Fundación Isonomía hacen balance de las elecciones municipales del pasado 22 de mayo. Consideran que la obligatoriedad del principio de presencia equilibrada no está siendo aplicada de un modo efectivo, al menos, no lo suficiente como para fomentar un verdadero cambio en los ámbitos de toma de decisión que, en el campo de la política, deberían ocupar las mujeres. El avance de las mujeres ha sido, casi siempre, en puestos de bajo o medio nivel de responsabilidad.
Centrándose en los comicios electorales 2011, en la provincia de Castellón, en lo que a la toma de decisiones se refiere, las cifras son clamorosas. De las 355 candidaturas presentadas en el marco de los 135 municipios castellonenses, sólo 65 eran encabezadas por mujeres, lo cual representa el 18,31 por ciento frente al 81,69 por ciento de varones. Tras los comicios, 21 mujeres han sido elegidas alcaldesas, lo que supone un 15,55 por ciento. Y, aunque las cifras no son halagüeñas, si suponen una ligera subida respecto a la legislatura 2007, que se situó en un 9,63 por ciento.
Si en unas elecciones, como las analizadas por Isonomía e Igualdad de la Jaume I, sistemáticamente uno de los sexos, el masculino, aparece suprarrepresentado a costa del otro, esto es violencia estructural. Una violencia ejercida mayoritariamente sobre las mujeres que engloba situaciones como la división sexual del trabajo, la brecha salarial, la menor participación política, el escaso nivel en la toma de decisiones en todos los ámbitos e impide alcanzar la igualdad efectiva, de oportunidades y real.
Políticas activas a favor de la visibilización de las mujeres y el reparto de poder equilibrado como la corresponsabilidad, la participación y representación política, y las acciones positivas no son suficientes si, a la hora de planificar las candidaturas desde los partidos políticos, éstos continúan con su “cicatería y triquiñuelas, casi infantiles”, para conseguir burlar el cumplimiento de la exigencia de la paridad, ajustando la presencia de a las mujeres al escueto 40 por ciento que exige la ley, pero evitando ubicarlas en las cabezas de lista. Para evitar esta falta total de equilibrio representativo entre mujeres y hombres está la voluntad de los partidos políticos, las listas cremallera, la doble cabeza de lista o la cabeza de lista rotativas por sexo.
En su análisis también comentan la particular visión que asumen las mujeres que logran alcanzar sus objetivos. Suelen ser tan excepcionales y valiosas que, acaban interiorizando que si ellas lo han alcanzado, es que se puede lograr de un modo completamente espontáneo. Esta postura coincide con la del patriarcado, que no ve una necesidad real de adoptar medidas positivas que equilibren los espacios de poder. No se han puesto “las gafas de la perspectiva de género” para reconocerse como cerebros privilegiados, que han debido hacer un acopio de excelencia mucho mayor que sus colegas varones para llegar al mismo estatus. No se dan cuenta del efecto, a veces devastador, de sus comentarios en contra de las acciones positivas a otras mujeres que, habiéndose merecido los ascensos tanto o más que sus compañeros, han sido discriminadas por una sola razón: su sexo.
Hay que apostar por el trabajo conjunto pues los problemas de las mujeres son comunes, independientemente del partido político donde se encuentren, porque el trasfondo es el patriarcado que todavía influye en que las mujeres sean intercambiables en política, hecho que no ocurre en el caso de los varones. Hay que continuar trabajando para que las mujeres estén presentes en las listas electorales, pero hay que buscar nuevas estrategias para que ese 40/60 también se dé en las cabezas de las candidaturas y podamos decir que se ha pasado de la invisibilidad a la paridad en los órganos de representación.
Fotografía archivo AmecoPress
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Política – Situación social de las mujeres – Políticas de igualdad; 13 junio (11); AmecoPress