Cuba: Reivindicación de las emigrantes “gallegas”

16 de marzo de 2010.

Por Raquel Sierra

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Muchas mujeres emigrantes cayeron en redes de explotación sexual


La Habana, 16 mar. 10. AmecoPress/SEMlac.- La historia de María del Loreto Pajón, una cubana nacida en 1959, está muy ligada a sus abuelos maternos, emigrantes gallegos con quienes vivió toda la vida en la calle San Nicolás, en el céntrico barrio de Centro Habana, en la capital cubana.

Nieta e hija de gallegos, desde pequeña en su hogar le hablaban y le cantaban en el idioma de la lejana Galicia; los platos y postres que comía eran los de aquella región española: garbanzos y judías, carne y mucha papa, pero nada de arroz, algo infaltable en la mayoría de las casas de la isla.

El apartamento de los abuelos, donde vive todavía, está muy próximo a la Iglesia de San Judas y San Nicolás. Allí iba a misa todos los domingos. Hasta sus disfraces (en épocas de carnaval), de vuelos y óvalos, siempre estaban ligados a Galicia.

"Ellos estaban perfectamente adaptados a vivir en Cuba, pero conservaron siempre sus costumbres. Tenían su manera de hablar, ese deje que nunca se pierde, murieron ancianitos y siempre lo tuvieron; algunas palabras todavía las pienso en gallego", sostiene.

"Aquello tuvo sus consecuencias. Cuando jugaba con otras niñas, yo cantaba en gallego y las demás se burlaban de mí; la vida centrada en los orígenes de mis abuelos me afectaba en mis relaciones con las personas fuera de ese círculo", recuerda Maylo, como le dicen casi todas las personas.

"Llegó un momento en que no sabía quién era y a dónde pertenecía", confiesa "Me inventé una familia, como una defensa contra el exterior. La abuela en parte lo entendió, pero me dijo que eso era una forma de mentir", relata.

"Un día, en carnaval, un comerciante vendía cornetas y le pedí a mi abuela que me comprara una gaita, pues en la casa se llamaba así a todo instrumento de viento. El hombre me miró con extrañeza y mi abuela, con compasión. Creo que ahí entendió que había que criarme de otro modo", confiesa.

"Se dieron cuenta de que me estaba costando trabajo incorporarme. Junto con ellos, yo tuve que conquistar mi espacio y tejer mi historia en este país", dice.

Su abuelo, Gumersindo Lorenzo Vázquez, había llegado con 10 años a Cuba, en 1915. Su padre quiso irse a México y él decidió quedarse en Camagüey, a unos 550 kilómetros al este de La Habana. Con apenas tan corta edad, recorrió durante meses la isla, encontró gente buena y mala, pero sobrevivió. En la capital lo acogieron otros gallegos, en Luyanó, donde se concentraban los emigrantes de su tierra.

"Él nunca entendió por qué vino a parar acá, por qué su padre lo trajo. Se quedó solo, desde muy pequeño. Nunca más quiso volver", cuenta Del Loreto Pajón lo que tantas veces le escuchó decir a su abuelo, quien murió en 1979, a los 73 años.

La abuela Amadora vino con 15 años, en 1925, desde una remota aldea que ya no existe. "Cuando su padre la despidió en el puerto, le vaticinó que no volverían a verse. Así sucedió", rememora, con la pronunciación de sus ancestros.

Se conocieron y ya en 1931 estaban casados. En los años cuarenta pudieron regresar al terruño natal, pero habían perdido una hija en Cuba y decidieron quedarse para siempre. "Me inculcaron el amor por España y por Cuba, a quererlas y respetarlas a las dos. Se los agradezco mucho", refiere.

Gallegas en Cuba

Se calcula que durante la primera mitad del pasado siglo unos 825.000 españoles y españolas se asentaron en la isla, uno de los destinos preferidos por la emigración de esa nación desde finales del siglo XIX y el más importante receptor de la población con esa procedencia.

Son miles las historias de gallegos y gallegas y su descendencia. Algunas de ellas están incluidas en el libro digital Gallegas en Cuba, del historiador y profesor de la Universidad de La Habana, Julio César González Pagés.

Este volumen tiene como antecedente el libro Hijas de Galicia, que aborda aspectos de la asociación homónima, "mayoritariamente femenina, dirigida por hombres y con una representación simbólica de poder para las mujeres, mediante la segunda vicepresidencia, vocales y suplentes", según el libro.

Gallegas en Cuba surge como parte del proyecto "Madrid entre dos orillas", originado por la emigración de latinoamericanos a Madrid, explicó el profesor González Pagés.

"Se trataba un poco de revertir la historia para que se supiera, en España, cómo habían sido discriminadas las mujeres a su llegada a Cuba. Más que todo, es una enseñanza de que discriminar es un oficio muy malo. El tema de la emigración va a estar siempre en agenda en todas las sociedades y todos los seres humanos, tenemos que aprender de nuestros errores", agregó.

Con abuelos catalanes y padre canario, el también coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades señala que "en estas migraciones quienes se las ven peor son las mujeres y los niños, por eso Gallegas en Cuba es un homenaje a todas esas mujeres que no pudieron reivindicar sus derechos y a las que hoy les estamos devolviendo su historia, pero de forma gloriosa", señaló.

"Los libros casi siempre hablan de hombres, de políticos, y no de este ejército de mujeres que se dedicaron a lavar, a planchar, que nunca regresaron, y apostamos por esa reivindicación", explica.

"Mi papá me contaba la discriminación que sentían, sobre todo, las campesinas. En mi familia de emigrantes, ellas tuvieron que ser muy fuertes para poder sobresalir. En una familia de hombres, con cinco hijos varones, qué liderazgo podía tener una mujer", cuestiona el especialista en género y temas migratorios.

De acuerdo con María Ángeles Sallé, presidenta del Patronato de Fundación Directa, de España, Gallegas en Cuba es "una obra en la que confluyen plenamente nuestras dos trayectorias y apuestas: la equidad entre los géneros y la valorización socioeconómica y cultural de las comunidades migrantes".

Hombres y mujeres que emigraron desde distintas regiones de España tuvieron experiencias muy diferentes, en dependencia de sus posibilidades económicas, o de si tenían familiares en la isla que pudieran sacarlos más temprano que tarde del centro de Triscornia (aledaño a la bahía por donde entraban), donde eran recluidos a su llegada a la isla, y no pocas veces maltratados y humillados.

La suerte que corrieron muchas migrantes españolas fue muy variada: algunas encontraron esposos, otras tuvieron que conformarse con formar familia en zonas rurales, mientras no pocas cayeron en redes de explotación sexual, se hicieron obreras en fábricas de tabaco, domésticas o vendedoras.

En el libro, Julio César señala que "la utilización de las mujeres gallegas en los negocios más turbios hizo de esta emigración una de las más estigmatizadas por la población cubana", pues desde su llegada al puerto, "los ganchos y las meretrices buscaban como carne fresca a estas mujeres campesinas, en muchos casos analfabetas, para el negocio de la prostitución".

Pilar Pin, directora general de Ciudadanía Española en el Exterior del Ministerio de Trabajo e Inmigración de ese país, gallega de nacimiento, compartió sus impresiones sobre la migración de sus coterráneas en las primeras décadas del siglo pasado y las situaciones de maltrato que sufrieron.

"Sentí el agravio en carne propia.En mi familia emigraron hombres, excepto una tía. Ellos transmitieron una idea distinta de sus vivencias en Cuba. Cuando conocí los hechos de Triscornia tuve una sensación extraña", comentó en visita a La Habana.

Desde siempre "era como si eso estuviese en un inconsciente del pueblo gallego, de que algo pasaba porque había mujeres que no volvieron, no se sabía nada de ellas, las familias les perdían el rastro, había como un silencio sonoro sobre las historias personales de algunas gallegas, pero era difícil halar el hilo", continúa.

"Cuando una conoce esa realidad y las investigaciones que se hacen alrededor de ello, siente impotencia y rabia. Eso le ha pasado a muchas gallegas que no hemos emigrado, pero sabemos qué significa. Sentimos como una rebeldía y una necesidad de reivindicar toda aquella lucha, el esfuerzo de solidaridad, de compañerismo, de una pelea sin tregua".

Para Pin, "las gallegas en Cuba son cubanas. Lo que queda es el sentimiento de comunicación y complicidad que siempre ha habido entre Galicia y Cuba y no hay dinamita que lo pueda romper. Cuba está en el alma gallega y sabemos que Galicia está en el alma de Cuba. Se trata de mirar al futuro sabiendo que detrás hay una historia hermosa, de ilusiones y luchas, y eso es lo que nos queda".

Mirada de experta

La investigadora Consuelo Martín, del Centro de Estudios de Bienestar Humano, de la Universidad de La Habana, quien ha estudiado por años la migración y la familia, dijo que las migraciones españolas a Cuba tienen etapas y volúmenes diferentes. "Vinieron familias en la época del poblamiento, llegaron hombres y también muchas mujeres que pasaron mucho trabajo y son el verdadero legado de las identidades y las culturas de cada uno de los países", precisó.

"Ellas, nosotras, hemos sincretizado la herencia cultural, de identidad, lo que somos hoy. Y siento que cuando decimos que somos mujeres cubanas, dentro de cada una de nosotras, madres, abuelas y bisabuelas, encontramos ese origen de mujer migrante española, que siempre tuvo la idea de regresar y cuyos restos descansan en la isla", añadió.

"Pero cuando te acercas al drama humano real de la migración de la mujer, esa mujer anónima, en ese día a día, es la protagonista de la identidad, la cultura y, sobre todo, de la transmisión de valores, de ese ir y venir que se encuentra en los cubanos que hoy se mueven por el mundo", finalizó.

Fotos: Archivo AmecoPress. Julio César González Pagés, autor de "Gallegas en Cuba".

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Internacional – Mujeres del mundo – Mujeres inmigrantes – Violencia de género. 16 mar. 10. AmecoPress/SEMlac

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