Buenos Aires: mujeres jóvenes en territorio inseguro

El miedo que las une

13 de julio de 2009.

Por Pamela Querejeta Leiva y Paula Rey

Internacional | Las jóvenes | Violencia sexual | Buenos Aires





Buenos Aires. 12 julio 09. AmecoPress/Urban@s en Red.

El temor a la violación es lo que parece unir a las jóvenes de clase media de entre 17 y 23 años. A pesar de que aparentan no temerle a nada, llevan consigo muchas preocupaciones simplemente por ser mujeres. Y no se equivocan: en Buenos Aires, el 60 por ciento de las víctimas de violación fueron abordadas mientras caminaban por la calle. Dos estudiantes de periodismo hablaron con sus pares y pusieron en relieve el miedo que las une.

La sensación de que no tienen real conciencia del entorno en que conviven se desvanece cuando de sus bocas se escucha: “Creo que los chicos se drogan o se emborrachan por temor a la humillación, a ser menos, y así después le pueden echar la culpa a la droga o al alcohol”, o “Muchos creen que son inmortales y se comportan como tal”. Son las jóvenes de clase media de Buenos Aires, de entre 17 y 23 años, que día y noche se mueven en un territorio inseguro.

Ellas coinciden en que son los chicos quienes tienen menos respeto a la autoridad, aunque reconocen que se sienten mucho más seguras cuando se encuentran acompañadas por un varón, sobre todo si se son agredidas por otro hombre. Afirman que los boliches son el lugar propicio para el acoso, y es ahí cuando surge el temor a la violencia, debido a que el exceso en el consumo de alcohol genera disturbios entre ellos, muchas veces porque sus acompañantes tienen que salir a defenderlas de otros varones.

Los planes del fin se semana incluyen juntarse a “hacer la previa” y, la mayoría de las veces, salir a bailar después. El alcohol parece ser un ingrediente indispensable, aunque no lo nombren como necesario para pasarla bien. En general, los grupos que se juntan para estas salidas son mixtos y están conformados por entre cuatro y diez personas. Las más jóvenes son las que hacen más seguido “noche de chicas”.

De todas maneras, la inseguridad y los riesgos que corren al salir de noche a bailar o a tomar algo, no están dentro de sus principales preocupaciones, y eso es porque saben bien cuáles son las medidas preventivas que deben tomar. Algunas tienen en su cartera gas pimienta, otras se aseguran de hacer la “ronda de vuelta a casa”, en la que la última en bajarse del taxi tiene la tarea de avisar a las demás que llegó a salvo, y unas pocas confiesan que a la hora de salir a pasear no ostentan con su vestimenta, para evitar llamar la atención.

De día y por la calle

Paradójicamente, es en la calle y en pleno día cuando se sienten más inseguras, sobre todo cuando algún extraño las piropea: “Cuando alguien me dice cosas que me hacen sentir mal, de manera constante, me empiezo a perseguir, a sentir acosada”, dice Fernanda. Muchas optan por acelerar el paso, y otras como Belén, deciden enfrentar la situación pidiéndole explicaciones a los piropeadores agresivos. De hecho, Carolina no pudo contener su indignación y una vez respondió con insultos.

Todas coinciden en que el problema no son los piropos en general, sino los “desubicados”, los que pasan de halagos a groserías: “Una cosa es que te digan que tenés lindos ojos, y otra es que te digan guarangadas”, explica Carolina. Cuanto más adulto es un “piropeador”, la impotencia aumenta, y cuando aparecen los piropos con contenido sexual es cuando ellas más temen ser violadas por quienes deslizan groserías a su paso.

Esta sensación de incertidumbre disminuye con la edad: cuanto más se acercan a los 20 años, tienen más seguridad a la hora de manejar la situación.

Lo que realmente causa temor (o al menos debería) son las cifras estadísticas: según datos del Ministerio Público Fiscal, en territorio de la Ciudad de Buenos Aires durante 2008, se registraron 1.063 denuncias de violaciones sexuales. El 60 por ciento de las víctimas fueron abordadas cuando caminaban por la calle o entraban en sus casas, y el mismo porcentaje pertenece a menores de edad.

La Unidad para la Investigación de Crímenes contra la Integridad Sexual, Trata de Personas y Prostitución Infantil (Ufisex) comprobó que sólo una de cada diez denuncias por ataques sexuales termina en condena. Se sabe que la mayoría de las víctimas de violaciones no denuncian los ataques o lo hacen muchos años más tarde. También que le puede pasar a cualquiera, sin importar en qué barrio esté o cómo vaya vestida.

Los noviazgos

Las entrevistadas saben que la violencia también ocurre dentro del ámbito de la pareja, y coinciden en que cuando eran más chicas no reaccionaban como debían, no se defendían si sufrían algún tipo de agresión: “Cuando tenía 14 estaba de novia con un chico que cuando se enojaba me empujaba o me agarraba fuerte o, a veces, también me insultaba” describe Marcela y agrega: “Yo me ponía mal, pero no le decía nada. Ahora sí reaccionaría”.

Florencia cuenta que una amiga tuvo una relación con un chico que le pegaba. Cuando la familia se enteró, le prohibió verlo, pero ella lo hacía igual. “Ahora por suerte ya no están más juntos. La relación era muy violenta. Yo no podría estar con un chico así”, dice Florencia.

Sin dudas, la juventud debe tomar cartas en el asunto. Pero a la pregunta de qué se debería hacer, todas respondieron que es importante que se modifique el rol que tiene la mujer en la sociedad, y que el primer paso es respetarlas y no tratarlas como objetos sexuales, “como lo hacen los medios de comunicación”, dicen en tono de denuncia.

Finalmente, señalan que conciencia y responsabilidad es lo que sigue, porque como dice Agustina “solas no podemos modificarlo, pero si todas nos hacemos respetar, las cosas podrían cambiar”.

Fotos: Urban@s en Red y Archivo AmecoPress.

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Internacional – Mujeres jóvenes – Violencia sexual - 12 julio (09). AmecoPress/Urban@s en Red

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