“Ley de Igualdad; una celebración agridulce”
Recientemente participaba en una comida para celebrar la entrada en vigor de la Ley de Igualdad -en este país somos dados a celebrar las cosas comiendo- mientras brindábamos por tan importante logro para las mujeres una de las comensales hizo una reflexión que no me resisto a compartirla con Ustedes.
Nos decía que su celebración era algo agridulce; pues si bien estaba muy satisfecha por el logro que supone para las mujeres ser consideradas en pie de igualdad en las empresas. Al fin teníamos una de las leyes más progresistas de toda
Brindaba, nuestra amiga, porque ya no tendría que vivir la humillación de la última vez que hubo promoción en la empresa y tuvo que aceptar que nombrasen a un sobrino del Consejero Delegado; porque la próxima vez que se enfrentase a una promoción la ley ampararía su “igualdad de oportunidades” frente a los compromisos de última hora por parte de la Dirección.
Brindaba porque ya no tendría que sufrir el comentario burdo, grosero y algo cruel de ningún compañero o compañera –que también las hay– sobre las oscuras y escabrosas formas que había utilizado para acceder a su cargo. Esta vez la Ley con su defensa frente al acoso sexual o por razón de sexo la amparaba.
Brindaba, claro está, también porque ya no tendría que aplazar sine die, incluso, renunciar, a quedarse embarazada, por temor a las “repercusiones laborales posteriores” cuando lo anunciase en la empresa.
Brindaba porque, cuando diese a luz, con ésta Ley de Igualdad se potenciaba la paternidad responsable y su marido podría tomarse no sólo los 15 días después del parto sino incluso plantearse la posibilidad de solicitar él, en su empresa, una excedencia de 2 años cuando ella se incorporase nuevamente a la suya, para compensar y reactivar su carrera profesional después del parón de los dos primeros años del bebé.
Finalmente brindaba por que gracias a esta ley incluso podría pedir una reducción de jornada cuando naciese su bebé, sin miedo a las represalias o velados comentarios sobre el estancamiento que eso iba a suponer en su carrera profesional,... “Justo ahora que era cuando la dirección de la empresa empezaba a contar con ella para proyectos más ambiciosos…”
Pero frente a esa alegría oficial por la existencia de una norma que venia a proteger y amparar esos derechos; su brindis tenia un sabor agridulce por que todavía quedaba pendiente de solucionar “el otro lado de la Ley” como ella definía la realidad de las mujeres en otros frentes que no son el laboral sino el familiar y personal; allí donde la ley no puede entrar y es precisamente donde queda mucho por hacer, tanto que su alegría inicial quedaba casi diluida por esa realidad en la que aún estaba asentada su vida y la de la inmensa mayoría de las mujeres.
Sabía que cuando se volviese a encontrar frente a una promoción esta vez tendría que enfrentarse a otro tipo de humillación más cercana y familiar, reflejada en los comentarios bien intencionados de su propia familia, desde donde tendría que escuchar frases como “¿Pero hija es que tu marido no gana lo suficiente?”, ¿”Quién va a cuidar de la casa y los niños cuando tu estés fuera?”; “¡Así pasa lo que pasa con el matrimonio de hoy en día...!”. Toda una colección de comentarios destinados a explotar el sentimiento de culpabilidad en las mujeres, socavar y cuestionar su desarrollo profesional.
Claro que ahora la Ley la amparaba de escuchar, en la empresa, comentarios groseros y ofensivos sobre la forma de acceder a su cargo; pero no fuera de ella en una reunión de amigos o de antiguos alumnos, donde es tan fácil recurrir a los tópicos y los estereotipos hirientes.
Por supuesto que la Ley puede ser muy voluntariosa con los derechos de la mujer embarazada pero no cambia la mentalidad de los hombres, maridos, compañeros sentimentales de la noche a
De la misma manera la Ley puede obligar a las empresas a conceder permisos, licencias, excedencias, pero mientras las respuestas a esa opción en el caso de los hombres sean “¿Pero Mari me estas diciendo que yo pida una excedencia en la fábrica?”, o “¿Me estás proponiendo que pida una excedencia ahora que soy manager director general?”; cambia el tono y la forma de la frase pero no el fondo...
Y finalmente terminaba diciendo que si bien gracias a la Ley podría pedir reducción de jornada; de nuevo la Ley no contaba con que los velados, tal vez, ya no viniesen de la empresa sino en forma de sutil disyuntiva de su marido: “Bueno... ya veremos, justo ahora que nos hemos metido en el chalet, cómo hacer frente a la subida de la hipoteca... , y es que pese a la voluntad del legislador hay un territorio donde la igualdad de la Ley aún tardará en hacerse real; es en ese espacio familiar, doméstico, personal que queda al otro lado de la Ley.
Teresa Deira Lorenzo.
Socia Concilia Vida Familiar y Laboral
www.elportaldelaconciliacion.com
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Opinión – Legislación y género – 19 julio, 07 (AmecoPress)