“La Clase” lleva a la pantalla a una juventud enfrentada entre dos culturas
“Yo no soy francés” es el lema que repiten las y los protagonistas. El próximo día 16 de enero se estrena por fin en nuestros cines “La Clase”, del director Laurent Cantet, ganadora de la Palma de Oro en el último festival de Cannes. El realizador contó con estudiantes y profesores de un instituto de un barrio marginal parisino para narrar esta crónica social de actualidad en casi cualquier lugar del mundo, según ha comprobado Cantet en la gira que está realizando.
Un curso escolar completo en la clase de lengua francesa con 25 adolescentes contado desde dentro, como un falso documental. “Primero escribí el guión, y luego leí el libro –“Entre les Murs”, del profesor François Bégadeau, co-guionista en la película-. Las coincidencias eran enormes, pero el libro además me aportaba muchos datos”. De ahí, a la puesta en marcha con alumnas y alumnos reales. “No se sabe donde está la improvisación”, dice su director, que sabe que muchos de los rasgos de los personajes en la película coinciden con los de las y los adolescentes en su vida real, con quienes trabajó en varios talleres para guiarles en la interpretación.
Tal es el caso de Esmeralda, una adolescente insolente, a la que le encanta hablar y llamar la atención en clase. Ella, junto a alguna de sus compañeras, parece llevar la voz cantante del grupo. Habla sin tapujos, sin vergüenza alguna. Se siente, parece, muy segura de si misma a pesar de su juventud. Lo mismo parece pasarles al resto de sus compañeras. Y se sabe defender de los ataques de su alter ego masculino, Souleymane. “Este personaje es totalmente diferente al actor que lo interpreta. Franck –Keïta- es un chico tímido, reservado, pero vi en él un deseo contenido de actuar, y le empujé a hacerlo”, señala Cantet con clara satisfacción.
Una película de culturas, en un barrio que reúne familias de todos los rincones del planeta, con los problemas y las dificultades con las que se podrían encontrar en Madrid o en Nueva York. “En Estados Unidos o en Asia, cuando he presentado la película, las preocupaciones que me han manifestado han acabado por ser prácticamente las mismas” El poder, la disciplina, la pertenencia a una comunidad, y la integración. Souleymane tiene muchos problemas en el instituto por su actitud, pero su madre no comprende el francés y a pesar de las continuas notas reprobatorias que su hijo acumula en los cuadernos escolares, se niega a admitir el fracaso del menor. Incluso cuando el hermano mayor de éste le hace de traductor con el tutor, la madre se niega a escuchar y el joven tiene que admitir que él no puede hacer nada. El padre ni siquiera aparece por la escuela, la madre se ocupa del cuidado de sus hijos, pero es la sombra del progenitor la que les mete miedo, con la amenaza de enviar al menor de vuelta a Mali si le expulsan del centro.
Estos roles femenino y masculino, sin embargo, se difuminan dentro del aula, donde a parte de alguna broma adolescente derivada de unas hormonas descontroladas, niñas y niños se comportan por igual, se entremezclan en sus actitudes y se unen como grupo para defenderse cuando se sienten atacados por el profesorado. En cuanto suena el timbre del recreo, eso sí, las niñas hacen un corrillo mientras los niños se ponen a jugar al fútbol o a molestar a sus compañeras con sus bromas para llamar su atención.
Pero lo que llama especialmente la atención en este tratamiento de género, quizá, es la salida de tono del profesor, Françoise, cuando la clase consigue hacerle perder los nervios. “Os reíais de una forma que parecíais fulanas”, les dice a dos alumnas. Este insulto, del que después se intenta justificar, y finalmente se retracta pero ya sin éxito, desencadena una serie de reacciones entre las chicas y los chicos. Las aludidas se quedan turbadas hasta el punto de que se defienden más por el hecho que por el significado real de la palabra, pues saben que su profesor no cree en las palabras que ha pronunciado. Y Souleymane, quien frecuentemente molesta a estas mismas alumnas, sale en su defensa frente al profesor. “No vayas ahora de caballero defensor de estas damas”, le recrimina Françoise. Cabe preguntarse a lo largo de toda esta escena quién tiene razón, cuáles son los motivos internos de cada uno, y por qué el desenlace poco tiene que ver con el insulto, que acaba, al final de la película, por considerarse anecdótico.
Fotos: AmecoPress
Pie de fotos: 1) Cartel de la película; 2) Laurent Cantet durante la presentación en Madrid
Cultura-Crítica Cultural, Las Jóvenes; 8 de enero (09) AmecoPress