Cuba: Mujeres rurales, contradicciones a pie de surco
Matanzas, Cuba, 12 nov. 13. AmecoPress/SEMlac.- Incorporarse a las labores agrícolas proporciona independencia económica a muchas cubanas, a la vez que aumenta sus cargas laborales, coinciden investigaciones en la isla.
Daysi Chávez, con 48 años, apenas se da cuenta de lo largos que son sus días. Trabaja en una cooperativa agropecuaria desde que tiene memoria, pues cuando cumplió 15 dejó los estudios y su padre, literalmente, la puso a pie de surco.
"Me dijo que si yo no quería estudiar, entonces tenía que trabajar. Cuando aquello se estaba fundando y entré como socia a la cooperativa, aunque fue mi padre quien aportó las tierras", contó Chávez.
"Al principio recogí mucho tomate, pepino. Trabajaba en la producción de alimentos, pero después de unos pocos años empecé a hacer lo que hiciera falta: sembrar, limpiar caña… lo que fuera", agregó.
Actualmente, Chávez dirige el organopónico de la Cooperativa de Producción Agropecuaria (CPA) Jesús Mondéjar, dedicada al cultivo de la caña de azúcar para el central azucarero Mario Muñoz, y se ocupa de todas las tareas de su casa.
"Vivo con mi hijo y mi nuera, que se van de noche y vuelven de noche; no tienen tiempo para la casa. Y también está mi esposo, que me ayuda algo, pero no mucho, la verdad", detalló.
Ubicada en un pequeño poblado con nombre italiano, Occitania, en homenaje a los inmigrantes de ese país europeo que lo fundaron, la CPA pertenece al municipio de Los Arabos, en el centro este de la provincia de Matanzas, a casi 300 kilómetros de la capital cubana, y tiene tradición de contar con mano de obra femenina.
"Nos formamos hace 32 años uniendo las tierras de quienes vivíamos por aquí y siempre hemos sido como familia. Las mujeres que quisieron integrarse, entraron sin problemas. Hace unos cinco años llegamos a tener dos brigadas con unas 42 trabajadoras, que sembraban y limpiaban caña", explicó a este servicio José Luis Sánchez, vicepresidente de la CPA.
Eugenia Otaño, de 51 años y a cargo de la conejera de la cooperativa, pasó más trabajo para sumarse a las labores del agro. "Antes era ama de casa, aunque toda la vida me gustó trabajar en el campo, pero cuando una se casa las cosas no son iguales. Mi esposo no quería que trabajara. Al final lo convencí y empecé hace más de 15 años aquí en la cooperativa", contó.
Otaño siempre crió conejos en casa y pasó a hacerlo también en la CPA cuando se enfermó el trabajador que estaba a cargo de la conejera. Ahora sueña con incrementar las crías hasta las 100 reproductoras, de unas 35 que tienen actualmente.
"Me encantan los animales y creo que todas las mujeres deben trabajar, poder mantenerse solas. Aquí en el barrio casi todas trabajan, aunque las más jovencitas prefieren las oficinas al campo", razonó.
Chávez coincide con su colega de labores. "Empezamos el día a las cinco de la mañana y lo terminamos a veces muy tarde por la noche, pero siempre he dependido de mí misma y me alegro mucho de eso".
Actualmente, la CPA cuenta con 118 integrantes, 24 de sexo femenino, lo que representa alrededor del 20 por ciento de la fuerza laboral de esa forma de organización productiva.
Pero todas esas mujeres siguen llevando a la par las cargas domésticas y las del duro trabajo en el campo, una confirmación de la tesis defendida por la doctora Marta Núñez Sarmiento, socióloga e investigadora en temas de género en la Universidad de La Habana, quien suscribe que los cambios en las relaciones entre hombres y mujeres no han ocurrido de manera pareja en Cuba.
"Las mujeres hemos tenido que transformar, reconstruir los patrones de género y la mayoría de los hombres no lo han hecho todavía", defiende Núñez en su libro Yo sola me represento, publicado en 2011.
Para esta estudiosa, los cambios han estado acompañados por la reproducción de estereotipos y prejuicios sexistas, como el mantenimiento de roles familiares que responden a los patrones más tradicionales de la división del trabajo doméstico, con la consecuente sobrecarga para las mujeres.
Cruzando datos
Hasta mayo de 2012 unas 70.170 mujeres pertenecían a la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), organización que suma a productores y productores del sector privado y cooperativo en Cuba.
De esa cifra, poco más del 22 por ciento eran cooperativistas y casi el 23 por ciento productoras independientes, según datos del informe presentado por la ANAP durante el VI Balance Anual de Género, a fines del pasado año.
Uno de los motivos de ese incremento fue la entrega de tierras a más de 13.200 mujeres, a partir de la puesta en vigor en 2008 del Decreto-Ley 259 (renovado y perfeccionado en 2012 por el 300), que otorga tierras en usufructo para la producción agropecuaria.
Para la doctora Niurka Pérez Rojas, coordinadora del Equipo de Estudios Rurales de la Universidad de La Habana, entre los principales obstáculos para que las mujeres se incorporen a las cooperativas se encuentra el peso de su papel tradicional como cuidadoras, el papel pasivo ante las decisiones productivas de los hombres de sus familias y la invisibilidad de su aporte al espacio productivo en que viven.
Ellas tampoco son mayoría entre quienes dirigen en las cooperativas, aun cuando la telenovela estelar de turno en la televisión nacional cuenta las peripecias, sobre todo amorosas, de la presidenta de una Cooperativa de Créditos y Servicios (CCS), otra de las variantes de este tipo de gestión económica de la isla.
El citado informe de la ANAP precisó que hasta mediados de 2012 las mujeres en cargos de dirección en las CPA representaban solo 24 por ciento y apenas el 15 por ciento en las CCS.
También suele ocurrir que ellas alcanzan puestos de dirección intermedios, pero no llegan a los cargos más importantes de toma de decisiones, refiere el informe.
Es, por ejemplo, el caso de Daysi Chávez, quien se ha desempeñado en diferentes responsabilidades en la CPA Jesús Mondéjar: desde representante en el centro de acopio de caña en tiempos de zafra, hasta jefa del organopónico; pero no ha llegado a ocupar cargos en la junta directiva a pesar de ser una de las socias fundadoras.
Otra investigación realizada en la oriental provincia de Camagüey, a 535 kilómetros de La Habana, confirma la desigualdad que existe entre hombres y mujeres a la hora de ocupar responsabilidades de dirección en el sector cooperativo rural.
Según el estudio, difundido por la revista Temas en 2012, de las 283 cooperativas que funcionaban en esa provincia cubana, solo nueve estaban presididas por mujeres, realidad que se sustenta, fundamentalmente, en el predominio del modelo de dirección masculino y de patrones sexistas para la distribución de los roles en el hogar.
A ellas "se les reconoce más su contribución al desarrollo rural por el papel que desempeñan en la reproducción y el mantenimiento de las unidades domésticas, que por su aporte económico", consideran las autoras, Maribel Almaguer Rondón, profesora de la Universidad de Camagüey, y Ana Lidia Torres Armenteros, docente de la Universidad Médica de ese territorio.
Tras profundizar en las dinámicas concretas de funcionamiento de 12 cooperativas, entre enero de 2006 y diciembre de 2010, estas investigadoras enumeraron el poco reconocimiento social que reciben las personas empleadas en cargos de dirección y la valoración negativa que sufren al permanecer menos tiempo con la familia, entre las principales causas para explicar tal situación.
Pero también la carencia de medios de transporte y comunicación; la existencia de formas masculinas de dirección y pocas opciones de capacitación que conspiran contra el buen desempeño de las responsabilidades. Además el pobre acceso a servicios de apoyo al hogar como círculos infantiles, instalaciones gastronómicas y de reparación de equipos, o instituciones que sirvan de apoyo para el cuidado de adultos mayores.
Dilcia García Pérez, a cargo del Programa de Género en la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA), coincide con las estudiosas camagüeyanas.
"Las relaciones laborales y sociales han cambiado en las zonas rurales, pero no las familiares. Existe un estilo muy masculino de dirigir, al organizar reuniones en horarios y días inapropiados que perjudican, sobremanera, el disfrute de la dirigente con su familia", explicó.
Para la doctora Pérez Rojas, se hace evidente la necesidad de una estrategia más integral de atención al sector agrícola que permita modificar, aunque sea paulatinamente, los estereotipos que persisten en los campos cubanos, aseguró la profesora en la conferencia "Mujeres y ruralidad: inserción femenina en organizaciones agropecuarias (cooperativas-colectivas) cubanas", impartida durante las jornadas de la mujer rural "Saberes y experiencias", celebradas en La Habana en octubre de 2011.
Tal estrategia facilitaría, al decir de Pérez Rojas, "no solo la independencia económica de las mujeres, sino la transformación del comportamiento de los habitantes de las zonas rurales". Y también aliviaría sus cargas cotidianas.
Foto: Archivo AmecoPress.
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Internacional – Mujeres rurales – Conciliación- Políticas de Igualdad. 12 nov. 13. AmecoPress.